jueves, 29 de enero de 2009

A un viejo lector

No deja de ser gracioso. He recibido la carta de un viejo lector, y con viejo quiero decir que se ha leído todos mis libros (eso dice él), que me aconseja en estos momentos no darle la espalda al mundo ni al país, que escriba cosas que reflejen nuestra angustia actual. No deja de ser gracioso.
Ayer terminé de leer “La escuela de noche” de William Ospina. Justamente en uno de sus ensayos (titulado, si no estoy mal, el poeta y sus dioses) Ospina dice que no hay manera en que podamos darle la espalda al mundo. No podernos, por la sencilla razón que estamos inscritos en el mundo, cualquier cosa que digamos, opinemos o escribamos está permeada por el mundo como lo vemos. Por supuesto, Ospina lo dice mil veces mejor que yo.
A lo que me refiero es que a pesar de no ver noticieros (no entiendo como alguien gusta de torturarse así) no puedo, ni pretendo, evadir el mundo. ¿Cómo podría hacerlo? Hace unos días caminaba por la calle bajo una lluvia atroz y había un niño temblando de frío, bajo un parasol, sosteniéndose las manos con las rodillas y cubriéndose con una camiseta lo mejor que podía. No había nadie en ese momento para ese niño. Sólo me pude quedar mirándolo estúpidamente sin saber que decir o que hacer. Por fortuna, una mujer más avispada se despojó de su abrigo y se lo pasó. No hubo reacción en ese niño. Ninguna reacción. Pudieron haberle caído a cuchilladas, reventarlo a patadas, que él no hubiera reaccionado. Me avergüenzo de mí mismo por no haber hecho nada. Esa imagen no me ha abandonado. Con esa imagen en mi cabeza estoy escribiendo.
Engendramos violencia, nuestra misma inacción genera violencia. Yo sólo puedo escribir fantasía. Ese es mi pequeño aporte, el aporte del hombre que se avergüenza de no poder hacer algo más, de no poder asegurarle a ese niño una mejor existencia. Pero me esfuerzo en que Samuel sea un hombre mejor que yo algún día. Pero divago.
A lo que me refiero con la fantasía es que mi visión del mundo está teñida del horror que notó a mí alrededor y ese horror se transfiere al papel. Si no lo ha notado mi viejo lector, la mayoría de mis personajes son unos hijos de puta porque así concibo al mundo que me rodea y las personas que lo habitan. Por eso escribo de los Hijos del Neón, no como una forma de escapismo (al que le parezca que los hijos del neón son una forma de escape es que no sabe leer), por eso habló de sociedades distópicas y no de mundos hechos de algodón de azúcar. Y Aunque así lo hiciera ese no podría ser sino el reflejo de lo que esperaría fuera el mundo.
Me es imposible darle la espalda al mundo. La función de la fantasía y la ciencia ficción es subvertir de alguna manera nuestros ordenes para así podernos pensar de otra manera no sólo en el presente ni en nuestra realidad cotidiana sino en nuestra proyección de lo que somos a través de las eras.

miércoles, 28 de enero de 2009

Stephen King

Conocí a D. a través de Isabel. Muchas veces me reuní con ellos y con otros tantos, en maratónicas jornadas relacionadas con PEI`s y esos grimorios manejados por los docentes, en los que muchas veces me sacaba de casillas el uso de la literatura en relación exclusiva con la pedagogía. Lo que me acercó a D. sin embargo fue que junto con Isabel se afincaban en el derecho de los estudiantes a no pasar examen de lo leído, en darles tiempo a leer por placer.
Lo que nos reunió sin embargo fue nuestra kingfilia y el amor en especial a esa obra irregular pero magnífica que es la Torre Oscura.
Stephen King es despreciado por los llamados amantes de la literatura seria y no lo ha ayudado mucho una desafortunada comparación de su literatura con las hamburguesas de McDonald´s. Pero quienes se han acercado a libros como “Verano de Corrupción”, “It”, “Misery”, “Apocalipsis”, “Cuatro después de la medianoche” y “Colorado Kid”, entre otras, han descubierto un filón genial que habla sobre el ser humano, sus relaciones consigo mismo y su confrontación con lo sobrenatural.
Un libro en especial quiero mencionar aquí para los aprendices de escritores: “Mientras escribo”, un manual de escritura sin mayores pretensiones. Es decir, no es un libro que endiose al escritor como creador de mundos sino que a través de ejemplos sacados de su propia experiencia King muestra una serie de herramientas que le han servido en su propia carrera. No por nada es uno de los escritores con mayor número de ventas en todo el mundo.
Agradezco a D. el haberme presentado este libro y sobre todo agradezco que siga defendiendo que los lectores tienen derecho en principio a leer lo que a bien tengan.

viernes, 23 de enero de 2009

De la didáctica y la literatura

Hace algún tiempo la editorial “X” me encargó una colección de relatos en los que he decidido incluir una reescritura del mito grecorromano de Orfeo. Ha sido una de los trabajos más terribles de todo el libro porque me costó mucho encontrar el lenguaje y el ritmo para contarlo (de hecho a esta altura apenas voy en el encuentro con el barquero) pero lo importante es que el cuento avanza (curiosamente avanza cuando me percato que ya había escrito una revisión de Orfeo en un relato llamado “Joe” y publicado ya en “Historias de los nombres, los hombres y las mujeres”)
Durante una de las primeras lecturas que le hice a Isabel había una parte que le molestó, una enumeración de ciudades que va algo así como: “De Antioquía a Cartago de Constantinopla a Egipto, de la Galia a Grecia”. Isabel cuestionaba ola necesidad de tantos lugares. La razón que di fue que tenía propósitos didácticos en ese momento, quería que los niños (a niños será dirigido el libro) pudieran ver una pincelada del Imperio Romano. Fue como clavarme un cuchillo por la espalda cuando una sonrisa de tiburón cruzó el rostro de Isabel.
He blasfemado de todos los escritores que tienen pretensiones didácticas en sus relatos, intenciones moralistas, educativas incluso sociales y culturales. Cuando tienen esos elementos como objetivos per se del relato y no cuando hacen parte natural del relato.
Me explico mejor. En la mediocre saga de “Crepúsculo” de Stephenie Meyer se ve el trasfondo sexual de toda la novela, lo que no hace Meyer (gracias a los nueves abismos de Zandrú, gracias a Eyanael) es realizar discursos pedagógicos miserables sobre la sexualidad y su correcta práctica en la juventud. El asunto de la sexualidad nace de la terrible diferencia de edades de los protagonistas edulcoradamente enamorados.
El problema con la didáctica en la literatura surge cuando los relatos, las historias, las novelas, deben ser políticamente correctos, se establecen como servidores del status quo, cuando olvidamos que la literatura es amoral por sí misma.
Ahora tendré que explicarle todo eso a Isabel que cada vez que me ve escribiendo exhibe su sonrisa de tiburón.

viernes, 16 de enero de 2009

Primitivismo

Ayer hablando con Isabel se le escapó una frase que hace mucho tiempo no le oía a andie y que parece salida de una telenovela mexicana: "Yo a mi hijo lo defendería con garras y dientes"; lo que además es potencialmente cierto. Tanto Isabel como yo nos haríamos matar por Samuel (otra farse de telenovela mexicana)y eso está bien por supuesto. Son millones de años de evolución los que hablan por nosotros. Y eso está bien.
Evolucionamos rapido y pensamos de alguna manera que ya no somos bestias, que somos otra clase de cosas aunque desgarremos carne y nos liemos a golpes por el menos de los motivos. Utilizamos un montón de herramientas soficticadas pero por dentro somos el mismo simio miserable que acaba de descubrir la rueda. No hemos siquiera terminado de acostumbrarnos a ella cuando construimos edificios giratorios.
Y luego nos sorprenden "Los Hijos del neón" y las tribus urbanas.
No importan nuestros avances tecnológicos, las misma sviejas pregunats están sin responder: ¿Quién soy yo?, ¿de dónde vengo?, ¿Para dónde voy?, ¿cuál es mi lugar en el infinito y vasto espacio?
Avanzamos demasiado rápido, nos reproducimos como conejos y nos inventamos una civilización en la que nuestros genes no creen. Somos mamíferos que pretenden vivir como hormigas (los japoneses ya están empezandoa construir bajo tierra) y nuestra pobre mente d eunos cuantos miles de años no puede asumir esos saltos.
Lo mejor para nosotros sería vivir como los Kalima, los Quimbaya o los Dakota, en pequeñas sociedades tribales donde cada quien supiera su lugar.
A eso parece que se le llama primitivismo. No lo sé. Según Armstrong, eso explicaría el fenómeno de los "Hijos del Neón".
Yo opino, junto con el escritor de ciencia ficción (creo que fue Brunner), que nos construimos alas demasiado rapido en lugar de hacer que nos crecieran.Avanzamos demasiado rápido técnica y tecnologicamente y no hemos logrado responder las preguntas importantes. Valdrá lo mismo llegar a Marte o a Alfa Centauri si no encontramos solución al acertijo de nuestra propia vida.
Luego nos preguntamos por qué Gaza, por qué Bush, Por qué no liberan a los secuestrados. Somos demasiados y nuestro planeta tan pequeño.
Entre tanto Isabel y yo seguimos firmes en que deben pasar por encima de nuestro cadaver (frase de película ochentona norteaméricana) antes de hacerle algo a nuestro hijo.

sábado, 10 de enero de 2009

Preludio de la novela.

Aunque la novela aún no tiene nombre. He querido dejar aquí las líneas que constituyen el preludio a la novela. Y por supuesto, se esperan comentarios, muchos comentarios. Ja Ja.

Biografía de Sueños.

Comienza aquí, en este cuarto de hospital.
El hombre en la cama parece hallarse en el centro de una telaraña, tantos son los cables y mangueras que se hunden en su cuerpo. El hombre podría llamarse Sísifo. Cada vez que toma aire sube la cuesta infinita con la roca gigantesca, áspera, pesada e inclemente. Cada vez que expira es la roca que se suelta boca abajo y que una vez más tiene que llevar a la cima. Inspira. No se aferra a la vida. Quiere soltarse, quiere irse, quiere dejar ir la roca, reducirla a pedazos, a polvo para aspirarla y ahogarse de una vez por todas pero las máquinas no lo dejan. Expira. Si tuviera fuerzas le pediría al hombre del sillón que lo desconectase, que lo dejase ir. Pero las únicas fuerzas que tiene se le van en subir la roca a la cima y luego en ver como la roca se desliza cuesta abajo otra vez. Inspira. Expira.
El hombre en el asiento sabe de su dolor pero no sabe que hacer. Ama demasiado a su padre para dejar que se vaya. El hombre en el asiento también libra su lucha. Los parpados le pesan, se cierran contra su voluntad. Sus ojos están rojos, irritados. Hunde las uñas en sus palmas obligándose a permanecer despierto como si de su vigilia dependiese la vida de su padre. Los párpados se c i e r r a n.
El hombre en el sillón se muerde la lengua, abre los ojos. Se fija en un árbol que comienza a nacer en medio de la habitación. Escucha como crece, como va rompiendo el piso, siente las raíces que se hunden en la tierra con tal vigor que una tubería salta en pedazos haciendo surgir un surtidor de agua que lo moja todo. El árbol florece y da frutos y los frutos caen a la tierra y de repente son doscientos árboles, trescientos árboles. Un bosque entero surge en la habitación donde su padre pugna desde hace dos semanas por dejar la vida atrás.
Mario, escucha que lo llama su padre, pero su padre ya no está en la cama, sobre la cama sólo hay una sonrisa que se desvanece con lentitud. El bosque se lo traga todo y Mario comienza a caminar llamando a gritos a su padre. Siente una mirada gris que lo envuelve y lo atraviesa a un tiempo. Es la misma mirada que lo vigila en sus sueños. Mario corre buscando una salida pero el bosque no termina nunca. Siente un dolor terrible que nace en la punta de su lengua y en las palmas de sus manos. El dolor se apodera de sus piernas, de su torso, de sus manos, petrifica sus pulmones, retuerce su cerebro. Sabe que va a morir en cualquier momento. No se detiene. Mario ve al pie de un árbol lo que parece ser un libro con letras doradas en su portada. Son letras antiguas pero Mario comienza a descifrarlas. Tar… Siente ira en la mirada gris que lo envuelve. A pesar del dolor se obliga a correr más rápido. El aire que respira es espeso, sofocante… ma… Mario escucha un pitido agudo que hace sangrar sus oídos. El pitido se hace más agudo, hace estallar algo en su vientre, en su cabeza, en sus labios, en sus genitales, el pitido lo reclama, lo hace suyo, lo arranca del sueño, el bosque se deshace, se vuelve transparente.
Mario abre los ojos sorprendido. Siente el sabor de la sangre en su boca. Se levanta. Mira las líneas verdes y planas en el aparato que vela por la vida de su padre. No siente nada ni tan siquiera la mano del médico que lo lanza de nuevo al sillón mientras brama ordenes inútiles. Mario sólo tiene ojos para la tenue sonrisa en el rostro de su padre, la sonrisa que se le ha dibujado al ver que la roca se ha ido, se ha ido para siempre rodando por las colinas del infierno.

lunes, 5 de enero de 2009

Enero

Es dificil escribir en navidad y en año nuevo. Es dificil por la exigencias sociales que muy a menudo nos gustaría olvidar. Sin embargo es imposible, más cuando hay un niño en casa. Así que adios blog (por un instante, creo que casi dos semanas) y adios novela (esa sí por raticos). No se ha dejado el oficio sin embargo y no se ha dejado de leer.
Lista de libros recomendados para todos ustedes:

"Érase una vez una tribu urbana..." de Allan Armgstrong. Un libro que me hubiera gustado escribir. Un soprendente ymuy completo análisis de "Los Hijos del Neón", Kalí, Madein, los Gifty y el Tarmadón. Obra compleja y exigente pero con un muy buen estilo, una prosa insuperable que nos hace seguir un análisis sociológico, psicológico y antropológico casi como sis e tratara de una novela.
"Tu rostro mañana" de Javier Marías. Excelente trilogía. Muy latinoaméricana en su froma ya que no en su tema. Salvo esta perla sobre los cuentos de miedo, la censura y los niños: "“No sé yo ahora, hay esa tendencia a encerrar a los niños en una burbuja de felicidad entontencedora y sosiego falso, a no ponerlos en contacto ni siquiera con lo inquietante, y a evitar que conozcan el miedo y hasta que sepan de su existencia creo que circulan por ahí, que hay quienes les dan a leer versiones censuradas, amañadas o edulcoradas de los cuentos clásicos de Grimm y de Perrault y Andersen, desprovistas de lo tenebroso y cruel, de lo amenazador y siniestro , a lo mejor hasta de los disgustos y de los engaños. Una estupidez descomunal desde mi punto de vista. Padres ñoños. Educadores irresponsables. Yo eso lo consideraría un delito, por desamparo y por omisión de ayuda. Porque a los niños los protege mucho percibir el miedo ajeno, y así concebirlo con serenidad, desde su seguridad de fondo; experimentarlo vicariamente, a través de otros, sobre todo por personajes de ficción interpuestos, como un contagio de corta duración. Y además sólo de prestado, y no tanto como fingido. Imaginarse algo es empezar a resistirlo y eso es también aplicable a lo ya sucedido: uno resiste mejor las desgracias si después logra imaginarlas, después de haberlas sufrido. Y claro, el recurso más común de la gente es relatarlas.”
"Los Cantos de Maldoror" de Isidore Ducasse. Simple y llanamente aterradoramente precioso.

Afortunadamente la literatura no nos deja, nunca nos deja, sino escribimos al menos si leemos.