lunes, 19 de abril de 2010

El s2gundo disparo

Antología de relatos del taller “Écheme el cuento”

Ant.: Alberto Rodríguez.

Editorial: “Schoeffer & Fust”



Los talleres literarios tienen una gran tradición en la historia de la literatura. De una u otra forma son ellos quienes terminan escribiendo manifiestos y adelantando las bases de las nuevas estéticas literarias. A veces esto sucede incluso sin que haya una propuesta consciente por parte del taller.

“Écheme el cuento” hace parte de un esfuerzo del ministerio de cultura por apoyar la creación literaria a lo largo y ancho del país. Su intención es incentivar la labor literaria y la preparación de quienes se espera que nos representen a largo plazo en el campo de las letras internacionales. Una de las formas de incentivar este trabajo es apoyar las publicaciones de los talleres literarios adscritos a Renata (Red Nacional de Talleres Literarios).

Este “S2gundo disparo”, según entendemos en el prefacio, es la determinación consciente de Alberto Rodríguez de realizar una selección que cumpliera con unos requisitos de calidad que fueran más allá de cumplir con mostrar los resultados de un grupo que se ha reunido, nombres más nombres menos, durante tres años. Alberto se ha propuesto cumplir con un criterio de calidad editorial, es decir, que los productos seleccionados podrían ser publicados por cualquier editorial. De hecho algunos de quienes publican ya lo han realizado en espacios como la universidad del Valle, la antología de Cambio y la editorial Libros & Libros.

Hay errores por supuesto. Hay líneas que deberían ser olvidadas. Resoluciones torpes en algunos casos y muchos buenos intentos. Intentos. En contraste hay muy buenas historias, de esas que sumergen al lector de tal manera que olvida que se trata del producto de un taller literario y se deja llevar por el mundo posible que le es planteado. Hablo de historias como, “Gónzales”, “El buen retorno”, “Vulvaria”, “Verdad, justicia y reparación” y “Amor”, que descollan entre otros tantos títulos.

Publicar es ubicarse voluntariamente frente a un pelotón de fusilamiento. La decisión de hacerlo ha de ser meditada con minucia ya que los resultados pueden ser mortales. Independiente de si ese es su propósito este “S2gundo disparo” cumple con otra función, es una muestra de lo que puede esperar el lector que le ofrezca una nueva generación de escritores. Escritores que se arriesgaran con temas, técnicas y nuevo tipo de situaciones.

Desde este punto de vista no sólo es interesante leer esta antología sino que se hace imprescindible para el interesado en el mundo de las letras adentrarse en las entrañas de estos procesos. Corre riesgo el lector de que al “S2gundo disparo” se convierta en seguidor.

Esperaremos saber que el arma haya sido cargada y sea disparada próximamente.

jueves, 11 de marzo de 2010

Carta abierta a Alberto Rodriguez

Estimado Señor Rodríguez:

Aprecio el interés que se ha tomado en mi crítica a Buda Blues, de Mario Mendoza. Sabía yo que nuestras diferencias iban a ponernos en esta posición tarde o temprano. Pero vamos en parte, así es como se nubla el espejo de la profecía. O en palabras que tal vez usted mejor entienda, vamos por partes le dijo el asesino en serie a su víctima.

En primer lugar el hecho de poder terminar Buda Blues se redujo a un compromiso tácito que había tomado conmigo cuando oí hablar de la obra por vez primera. Deformación académica también llamada en otros lares. Usted la puede llamar puñetero masoquismo, las palabras no cambian el hecho en sí.

En segundo lugar hablemos de la novelas tesis o las tesis novelas o como quiera que se llamen. No importa. El hecho que se quiera demostrar una tesis no implica que el texto obvie la anécdota sobre la que se monta. Me voy a tomar el atrevimiento de recomendarles tres libros de un solo autor para que nos situemos en un mismo contexto. El autor en cuestión es Michael Crichton. Las novelas son: “Parque Jurásico”, “El Mundo Perdido” y “Estado de Miedo”.

Las dos primeras serían un ejemplo de lo que usted llama novela de tesis. Bajo la anécdota de la clonación de dinosaurios subyace un gran texto crítico social promulgado a menudo a través de los labios del matemático Ian Malcolm. La crítica al desarrollo económico sostenido por una sociedad capitalista como lo es la nuestra salta entre párrafo y párrafo, es una sátira mordaz contra el poder de los laboratorios y el desarrollo desaforado de nuestra tecnología. Si lo quiere, ambas novelas son una alegoría. Usted es lo suficientemente inteligente para que llegado a este punto no tenga yo que explicarle que viene a simbolizar un dinosaurio dentro del marco referencial que le he mencionado.

A pesar de la tesis promulgada sin embargo, Crichton se toma tan en serio su papel de investigador que incluso promueve ciertas teorías sobre el desarrollo y comportamiento de los dinosaurios, esto llega a tal punto que un comportamiento que es mencionado en “Parque Jurásico” es refutado en “El mundo perdido”.

Hablemos de tesis de novela. Espero que al lector no importune que vuelva a hablar de “Estado de Miedo”, una de las últimas novelas de Michael Crichton. En ella se dedica a desmontar, con índice de publicaciones y extensas notas a pie de página, la teoría del calentamiento global (si se fija usted la jerga ha cambiado, ahora se habla de cambio climático que ni es lo mismo ni es igual). Los personajes monologan, lanzan largas diatribas, defienden sus creencias y esgrimen estudios a diestra y siniestra. La novela es una profunda crítica además al manejo de las corporaciones y al mundo científico en general.

¿Qué tiene que ver esto con la obra de Mendoza? Que Crichton, a diferencia de Mendoza, no olvida la anécdota en la que está embarcando al lector, sabe que es igual de importarte su tesis que la historia. La una no subyace a la otra.

Pero voy a ser perverso y voy a obviar su observación sobre las novelas tesis y las tesis novelas. Lo voy a leer con otro espíritu y es el de la libre interpretación que tiene el lector. Se lo recuerdo porque es muy fácil caer en ello. Cuando usted interpela mi manera de leer la obra –las cartas- de Buda Blues, lamenta que coincida con el señor Alejandro Gaviria (¿?) y que no coincida con usted, armado de la lectura de una tesis. ¿Está usted queriendo avaluar mi proceso lector, Señor Rodríguez? Dejémoslo ahí.

En tercer lugar. Hablemos del recurso de las cartas. Mi generalización no es osada, proviene del marco referencial en el que me muevo, que no es el mismo de hace 10 o 20 o 30 años. No nos gusta eso pero que se le va a hacer. Veámoslo más a fondo.

Ambos personajes reconocen tener correos electrónicos. Ambos personajes los ignoran por completo y se envían sendas y largas y detalladas cartas en las que abundan el recuerdo preciso de diálogos y sucesos y temores y saberes y tesis, muchas tesis acerca de La Cosa (como me recuerda el término el bendito “Informe de Ciegos” de Sábato). Hasta ahí no hay problema. Uno puede creer que una persona ignore que el sistema de correos es tan frágil, falible y vulnerable como los correos electrónicos. Sí, Señor Rodríguez, las cartas son interceptables y le recuerdo que en nuestro país las autoridades no sienten el menor remordimiento a la hora de chuzar teléfonos. No sería nada para ellos interceptar una carta arguyendo el consabido argumento del terrorismo.

Sin embargo el problema no son las cartas, como usted ha interpretado, son los personajes que escriben las cartas y la manera en que lo hacen. Si descartamos lo que relatan y el lugar desde donde lo hacen, los personajes nos e diferencias. Es decir, sus voces son idénticas. Por eso afirmé en su momento que el juego de espejos no es creíble. Que se escriban cartas, vaya y venga, que sean casi tan largas como esta en la que le estoy dando respuesta, no es el problema. Los personajes no son creíbles, distancia al uno del otro el uso de la expresión coloquial, maestro. Poco más. Es allí dónde está el problema de las cartas.

No puedo evitar recordar esos primeros relatos de la ciencia ficción norteamericana que consistían engrandes monólogos de los personajes principales acerca de una cuestión cualquiera. Nunca importaba cómo eran, si tenían familia, si lo mangoneaba la mujer, importaba la discusión científica. Esos primeros relatos pertenecen a las primeras décadas del siglo 20. “Buda Blues” es escrita casi cien años después.

Hay una discusión final sobre la respuesta del lector ante una obra y es su gusto, independientemente en muchas ocasiones de los argumentos que pueda o no pueda tener, y lamento decirlo- lo lamento porque me gustaría que fuese diferente- pero “Buda Blues” no me gustó. Se quedó corta ante las infinitas posibilidades que ofrece. Quizás eso confirme otra cosa, la literatura no es el lugar para el panfleto en primer lugar sino para el relato. Considero que cualquier autor debe tener en cuenta eso en primer lugar, el discurso ideológico debe subyacer ante cualquier historia, no competir con ella.

Cordialmente,

Andor Graut.

martes, 2 de marzo de 2010

Uno de Bukowskii

Para Jane, con todo el amor que le tuve, que no fue suficiente




Recojo la falda,

recojo el rosario negro

que brilla,

eso que una vez

tocó su carne,

y llamo mentiroso a Dios

y afirmo que algo que se moviera

así

o que supiera mi nombre

no podía morir nunca

con esa certeza inamovible de la muerte.

y recojo su precioso vestido,

perdida toda su belleza,

y les hablo

a todos los dioses,

dioses judíos, dioses cristianos,

pedacitos de cosas brillantes,

ídolos, píldoras, pan,

comprensiones, riesgos,

renuncias conscientes,

ratas en la salsa de 2

que se han vuelto casi locos,

sin ninguna oportunidad,

conocimiento de colibrí,

oportunidad de colibrí,

me inclino sobre eso,

me apoyo en todo eso

y lo sé:

tengo su vestido en mi brazo

pero

nada

me la devolverá.

martes, 16 de febrero de 2010

Estado de miedo

Uno de los escritores más lucidos que he conocido (está bien, que he leído) es Michael Crichton, quien falleció el año pasado. Me acerqué a su obra por Jurassic Park (publicado por Círculo de lectores), una obra encantadora y divertida que me dejo con Un interés adicional, la teoría del caos. En Jurassic Crichton hace unas reflexiones bastante interesantes sobre las cosas que están en juego cuando hablamos de la estupidez humana y el desarrollo tecnológico al tiempo que califica de estúpida nuestra presunción al hablar de la destrucción de la tierra. Presunción y estúpida, aduce Crichton, porque la tierra podrá asumirlo y la vida siempre buscará la forma de continuar. El problema no es de la vida, es nuestro, porque al fin y al cabo a la única especie que le compete nuestro fin es a nosotros mismos.

Hablaba ayer con una amiga sobre el calentamiento global y no pude dejar de mencionar la última novela que había leído de Crichton, “Estado de Miedo”. En ella se ataca el ecoterrorismo (que no consiste en el ataque sistemático contra las sedes de los grupos ecológicos o de hábitats naturales) una forma extremista de hablar de los cambios ambientales y las incidencias del ser humano en dichos cambios con el fin de producir miedo sobre nuestra capacidad destructiva del medio ambiente. Miedo que se traduce en una mejor posibilidad de lograr control sobre nosotros.

Con una calma lucida, Crichton no sólo nos deja meternos en la piel de sus personajes mientras nos va soltando datos de estudios ambientales sino que con la minucia de un bibliotecario respalda todas sus afirmaciones con citas y referencias documentales reales que son la envidia de cualquier tesis doctoral.

Es curioso porque el fenómeno contra el cual se lanza en ristre Crichton es el calentamiento global, que no es un hecho sino una teoría. Digo curioso porque a partir de mi encuentro con el libro, he estado cada vez más pendiente de los términos que se usan en los noticieros al hablar del tema y resulta, ¡oh sorpresa!, que el termino está siendo cada vez menos utilizado en tanto que la expresión, cambio climático está cada vez más en boga.

Por supuesto en mi disputa no me fue tan bien. Después de descalificar los modelos climáticos actuales (tienen un alcance de más de cien años cuando el clima es impredecible más allá de una semana, con mucha suerte) se me dijo que no opinara de lo que no sabía (mi amiga es ingeniera ambiental). Curioso fin para una discusión en la que aparentemente todos estamos llamados a opinar, excepto cuando disentimos del estado de miedo.

lunes, 18 de enero de 2010

Buda Blues


Conocí a Mario Mendoza hace un par de años cuando hacía parte del Taller Literario “Écheme el Cuento”, suscrito a RENATA. A todos los integrantes del taller nos impresionó la claridad de sus ideas y su compromiso con el oficio de las letras que alcanzaba niveles de neurosis desconocidos para la mayoría. Para esa época yo acababa de leer “Satanás” para saber al menos que escribía. En aquellos tiempos de mi propia tierra sabía de unos cuantos y Mario Mendoza sólo era un ilustre desconocido. “Satanás” me caló por algunos hilos argumentales aunque lo detesté por la forma en que estaba escrito ya que parecía un guión de cine con diálogos pocos creíbles. Pero olvide todo eso cuando escuché la potencia de las palabras del autor, cuando nos habló de su vida, arte y zozobra. Fue entonces cuando nos habló del anarcoprimitivismo y la resistencia a un sistema atroz que busca aplastarnos a todos en sus tentáculos cruentos. Sus palabras florecieron en nuestras cabezas y todos nos empeñamos desde ese entonces a resistirnos a partir de las letras.


Dos años después, semanas más semanas menos, por fin llega a mis manos el libro que en ese entonces nos había anunciado, Buda Blues. Esperaba una conflagración, que el coctel molotov arrojado por el hombre de la caratula estallara en mis ojos y los abriera a nuevas ideas. Temía, debo admitirlo, que la novela dejará además sin piso una idea que he trabajado durante años sin poder darle forma del todo. Anarcoprimitovismo fue el concepto del que más nos había hablado Mendoza esa tarde y era el eje central de la novela. Uno puede esperar mundos a partir de ese concepto, que digo mundos, universos, dimensiones enteras. Buda Blues no resultó ser nada de eso. El fuego se apagó cuando Mendoza llevó las palabras al papel.

Buda Blues es el cruce de cartas entre dos personajes que se hallan en realidades distintas y que hablan de unos temas atroces que parecen no tocarlos a ellos a pesar que ellos mismos afirmen una y otra vez al lector que sí, que están jodidos y frustrados y traumados. Los personajes dicen cometer actos terribles y se quejan y se lamentan pero ante el lector nada de esto es creíble, entre otras cosas porque Mendoza no narra, resume. Uno se encuentra ante unas ideas magnificas que son dejadas de lado, a duras penas mencionadas. Mendoza habla de una organización gigantesca que ayudó a Pablo Escobar a escarpar de la cárcel. Pero uno no ve a Escobar ni sus peripecias ni sus transformaciones ni sus búsquedas insensatas. Se puede alegar que la novela no se trata de Escobar. Claro que no, pero que novela se puede construir a partir de Escobar como personaje secundario, esbirro de una trama que se le escapa de las manos. Que novela se le escapó a Mendoza de las manos porque quienes nos narran están más interesados en filosofar antes que en narrar. De hecho nadie se come el cuento que se trata de un cruce de carta. A nadie convence el subterfugio ni el cruce de espejos. Buda Blues termina siendo una mala imagen de lo que esa tarde nos prometió Mendoza, ante todo porque se trató de lo mismo que nos dijo el autor, un ensayo disfrazado de novela que no se termina de convencer a sí misma.

Mencioné antes que tuve temor ante el libro de Mendoza porque trabajo hace mucho tiempo en una novela con el mismo sustrato. Una de las razones por las que nunca he podido cruzar la página 80 sin eliminar el documento es porque mis personajes resultan ser planos, buenos muy buenos, estereotipos de héroes de televisión. Sólo soy un novato en esto. Mendoza no y sus personajes tienen ese defecto, son buenos buenotes, rodeados de buenos buenotes, rodeados de mal por toda parte pero el autor insiste en justificarlos y redimirlos.

Lástima, Buda Blues se quedó siendo tan sólo el resumen de una idea magnífica.

jueves, 19 de noviembre de 2009

Kaír Andros, Narrador de Mitos.
























Kaír Andros es mi primer relato juvenil y finalmente ha visto la luz publicado por la editorial "Libros & Libros". El libro es una nueva visita a mitos de culturas clasicas como la nordica, la apache, la griega y la egipcia entre otras. Presento además a un personaje que sera central en la novela que estoy trabajando y que espero vea la luz a finales del año entrante.
Como no sé hablar mucho de mi mismo los remito al artículo que D. ha publicado al respecto: http://lecturasparatodos.blogspot.com/2009/11/lanzamiento-del-libro-kair-andros.html

domingo, 25 de octubre de 2009

LAS VANGUARDIAS O LA COMPOSICIÓN DEL ROSTRO LATINOAMÉRICANO

Yo, señor, soy acontista.
Mi profesión es hacer disparos al aire.
León de Greiff.

Si el modernismo significó que América cambiará el espejo de España por el espejo de Francia el surgimiento de las vanguardias significará para el continente latinoamericano el reconocimiento de su propio rostro, de su voz. Y lo hizo de la única manera en que le era posible, realizando un rompimiento con la sintaxis y con las formas tradicionales de escritura tomadas primero de España y después de la ilustración francesa. Puede alegarse por supuesto que el surgimiento de los llamados ismos estuvo presente en el mundo occidental (Francia, España, Alemania) pero sólo en Latinoamérica significó no sólo la revolución contra una forma arcaica de ver el mundo, una ruptura contra una visión conservadora de la lengua, sino también una búsqueda de identidad que se orientó así mismo con el surgimiento del indigenismo.
La lengua nos prefigura por supuesto, la lengua no sólo indica nuestra nacionalidad, nuestras herencias y nuestros límites sino también la forma en que organizamos el mundo, la forma en que lo vemos y lo transformamos. En últimas el surgimiento de las vanguardias tratará de eso, de transformar el lenguaje que se habita para transforma en mundo que nos circunda. Es por esa razón, quizás, entre otras tantas, que los escritores latinoamericanos hicieron de la transformación del lenguaje su objetivo y su norte. Ya bien a través del repliegue visceral a las formas vivas del lenguaje como fue adoptado, asimilado y transformado por escritores como Icaza y Borges en sus primeros años, ya bien como ruptura completa como lo haría Huidobro.


El Indigenismo: Jorge Icaza y José María Arguedas.
La segunda oleada del modernismo trajo consigo uno de los grandes pilares de la literatura latinoamericana, Horacio Quiroga. Podríamos hablar de este autor como uno de los precursores del indigenismo en su preocupación acerca de la relación del hombre con el entorno de lo salvaje, del hombre viviendo al límite de la cultura. Estos elementos son observables en cuentos como “El Desierto” y “A la Deriva”, en donde la cultura es confrontada con la naturaleza y es esta última quien sale venciendo ya que el hombre solitario es sólo una criatura indefensa en contra de la naturaleza.
Para Icaza y Arguedas en cambio es el indio, la cultura indígena más bien, quien se halla indefenso ante los latifundistas y la cosmovisión resultante del mestizaje.
Para Icaza el indio es víctima de una cosmovisión extranjera que condena lo que es propio y ante la cual no puede replicar sino someterse. Así, ante una costumbre tan arraigada como la del amaño no queda sino la posibilidad del exilio en las veras del infierno (o lo que puede ser identificado como infierno). Para la visión del latifundista el amaño es pecado y condenación sin posibilidad de escape más allá del matrimonio, el cual, por supuesto, debe ser pagado en metálico y sudor. La misma muerte contiene en sí misma dos caras, la muerte en pecado como la de los animales que todos los consideran, o la sepultura cristiana que conlleva la salvación del alma. Acompañando ésta problemática se halla el asunto del lenguaje. Icaza no intenta mostrar al indio como poseedor de una sintaxis hispana sino de una suerte de lenguaje mestizo, a caballo entre la creencia cristiana y los significantes indígenas. En algunos momentos el habla de los indígenas incluso parece un juego de las vanguardias -empeñadas en deshacerse de los conectores y partículas-, “soliticus en paila grande, en candela de cerrus” ó “Amu sacristán mishcadu guañugta…”.
En “Mama Pacha” no es sólo el lenguaje de los indígenas el que es trascrito dentro del cuento, también aparecen los personajes propios de las creencias indígenas, en este caso el Huaira-Huañuy, que al final se identifica por inacción con el mismo hijo de Mama Pacha. En este cuento Icaza advierte del peligro de reconocerse como indio; es mejor ser desarraigado que indígena, es mejor ser hijo de nadie que hijo de indio. Al igual que el cuento anterior la única posibilidad del indígena es la negación de sí mismo, de los orígenes, como posibilidad de superación. La cultura, la civilización, si se quiere se traga al indio, lo destroza, lo aniquila, lo reduce al sepulcro y después del sepulcro al mismísimo infierno. Indio sin patria, con palabra bastarda, exiliado y humillado.
En contraste la visión de José María Arguedas pone en juego una visión del indio más rica y colorida. Al igual que en Icaza el indígena es tomado por ignorante desde la civilización sin embargo es más notorio el proceso de mestizaje que a nivel lingüístico realiza. Si en Icaza el lenguaje del indígena se trascribía como una suerte de dialecto del español, en Arguedas el lenguaje indígena no se reduce sólo a las palabras en la narración –Aylillay, aylillay/Uh huayli/ Aylillay, aylillay/Uh huayli.// Señores Cabildo/ señores comunes/ hermosa palabra…/- y en los diálogos sino que se expande dentro de la misma construcción de las frases tomando parte en la sintaxis del relato a nivel macro[1] y micro, forjando así una narración más compleja y rica llevándola incluso al nivel psicológico de los personajes que se muestran más contradictorios: “Ambrosio animal, Ambrosio chancho que persigue chanchas, que hace chorrear suciedad a las chanchas montándolas. Ambrosio anticristo. ¿Cómo te sale música triste de tu dedo si eres bestia?” dirá Santiago en “Amor Mundo”. Aquí los personajes no se reducen a ser humillados y vapuleados sino que se esfuerzan en encontrarle una razón a lo que está aconteciendo en ese choque de culturas.
El indigenismo como contemporáneo de los otros ismos muestra una lucha de culturas, más allá de la lucha de clases en este caso, dentro de la cual el rompimiento lingüístico cuenta con la inclusión del lenguaje, de las palabras, de la sintaxis de los indígenas en la construcción del relato.
Interludio: León de Greiff
Dice Verani en su introducción a “Las Vanguardias Literarias en Hispanoamérica” que en Colombia el vanguardismo alcanzó un escaso desarrollo debido a su carácter conservador y se refiere a León de Greiif como un “poeta de transición y simbolista, insinúa una libre inventiva de vanguardia, pero conserva formas tradicionales, fáciles y decorativas consonancias”[2]. Sin embargo a la luz de textos como el “Relato de Guillaume de Lorges” cuesta entender a que se refiere Verani con aquello de formas tradicionales fáciles. Veamos:
Yo, señor, soy acontista.
Mi profesión es hacer disparos al aire.
Todavía no habré descendido la primera nube.
Mas la delicia está en curvar el arco
y en suponer la flecha donde la clava el ojo.
Yo, señor, soy acontista.
Azores y neblíes, gerifaltes, tagres, sacres, alcotanes, halcones,
acudid a la voz del acontista.
[3]
Ó
Yo, Beremundo el lelo, surqué todas las rutas
y probé todos los mesteres.
Singlando a la deriva, no en orden cronológico ni lógico –en sin orden-
narraré mis periplos, diré de los empleos con que nutrí mis ocios,
distraje mi hacer nada y enriquecí mi hastío…;
-hay de ellos otros que me callo-:
Catedrático fui de teosofía y eutrapelia, gimnopedia y teogonía y pasofísica en Plafagonia;
berequero en el Porce y el Tigüi, huaquero en el Quindío,
amansador mansueto –no en desuetud aún- de muletos cerriles y de onagros, no sé dónde;
palaciego porto-Maestre de Ceremonias de Wilfredo el Velloso….
[4]

De Greiff (nacido en Medellín, de ascendencia escandinava, alemana y española) supone uno de los más grandes escritores de Colombia, precursor de la literatura fantástica y fundador, entre otros de la revista “Los Nuevos”. Su escritura asume en momentos la forma tradicional del soneto o la balada pero mezclándola siempre con el humor, la exageración, la burla y la inclusión de neologismos y arcaísmos.
Si bien no se apega a la consigna de la mayoría de las vanguardias – rompimiento de las estructuras sintácticas, asunción de la metáfora como forma suprema de la poesía- en cambio agrega las formas de la música como posibilidad enriquecedora de las formas poéticas. Compone de esta manera largos conciertos de palabras y pura lúdica.
Una de sus propuestas más osadas es el enriquecimiento de la lengua española con la recuperación de arcaísmos intercalados con neologismos y formas que a veces rayan en el abuso de provisión de oxígeno de cualquier lector. Suma a estos vocablos las formas extrañas – a nuestra lengua- del escandinavo y el alemán a los que sitúa sin ningún complejo ni duda junto a los nombres propios de los aztecas o los chibchas como en su “Divertimento escandinavo- chibcha”.
Tan viejo como Carracuca
se está el Adón en su bicoca,
tañendo –al par que su sambuca-
lira apolínea –si se emboca-
y el clavecín, o si lo enfoca,
si lo atempera o si lo educa
[5].

Esta posibilidad de contemporaneización de cosmovisiones tan diversas entre lo europeo y lo latinoamericano es quizás uno de los rasgos más fuertemente vanguardistas en tanto que estos movimientos lograron precisamente ese tú a tú con los autores europeos, no ya en un dialogo de hijos menores a mayores, sino en un dialogo de iguales.
A despecho de Verani la obra de Greiff, al parecer en desuso y de menor influencia que la de otros autores, ha de considerarse por su rareza, versatilidad y humor, como uno de los momentos más importantes del vanguardismo latinoamericano.

El Creacionismo: Vicente Huidobro.
Qué se puede añadir sobre la obra de Vicente Huidobro que no haya sido dicho ya en docenas de volúmenes de crítica y apreciación literaria. Su obra es el summun de la vanguardia latinoamericana, representa de manera exacta ese rompimiento tan buscado por las vanguardias con las antigua formas de la retorica de nuestra lengua. La vitalidad de su búsqueda queda plasmada de manera magistral en su Altazor, negación de las funciones del lenguaje (Altazor desconfía de las palabras,/ desconfía del ardid ceremonioso/ y de la Poesía…//// Anda en mi cerebro una gramática dolorosa y brutal[6].) al tiempo que transformación de este en objeto lúdico, rítmico, en extremo (Ai aia aia/ ia ia ia aia ui/ Tralalí/ Lali lalá /Aruaru/ urulario lalilá[7].) y celebración de la distopía como única posibilidad en el devenir del ser humano (No hay carne que comer el planeta es estrecho/ y las máquinas mataron el último animal[8]).
Huidobro al igual que otros artistas latinoamericanos del momento no es sólo ciudadano de su país o visitante ocasional de Francia, es un cosmopolita que recorre el mundo y establece sus puntos de vista sobre los lugares que visita. En “Veinte poemas para ser leídos en el tranvía” Huidobro construye una suerte de guía de viajes en versión poética (cada poema pertenece a u lugar diferente) y establece una visión cínica e irónica de los sitios europeos (Yo dudo que aún en esta ciudad de sensualismo, existan falos más llamativos, y de una erección más precipitada, que la de los badajos del “campanille” de San Marcos[9])
En el mismo prologo de este trabajo ser reconocido como aquel que le ha declarado la guerra a la levita con que se escribe en España y luego,
Porque es imprescindible tener fe, como tu tienen fe en nuestra fonética, desde que fuimos nosotros, los americanos, quienes hemos oxigenado el castellano, haciéndolo un idioma respirable… Y yo me ruborizo un poco al pensar que acaso tenga fe en nuestra fonética y que nuestra fonética acaso sea tan mal educada como para tener siempre razón[10].
La vanguardia se resume quizás en esas palabras, es tener fe en la fonética americana, entendiendo esta como una suma de voces (como lo hicieron De Greiff, Icaza, Huidobro y Arguedas, entre tantos otros) ya no compuesta por vocablos ni regionalismos de manera exclusiva ni nacionalismos (y me quedo pensando en nuestra patria, que tiene la imparcialidad de un cuarto de hotel, y me ruborizo un poco al constatar lo difícil que es apegarse a los cuartos de hotel.[11])sino por una transformación constante de los diversos elementos lingüísticos que en ella se suman.
Conclusión. Las vanguardias como composición del rostro latinoamericano.
Si el modernismo fue la primera búsqueda de la visión de nuestro rostro en imágenes rotas elegidas al azar, las vanguardias proveyeron a Latinoamérica de un rostro hecho a partir de la sumatoria de los diversos lenguajes que la recorren y la visitan. Por eso su sintaxis se halla atravesada de un dejo escandinavo, otro chibcha, aqueste Inca y el de más allá el español, entre tantos otros que visita y los compones. En suma se trata de una visión proteica capaz de transformarse de manera ubicua más allá de las fronteras mismas del tiempo.
[1] “El muchacho comprobó que habían cortado los espinos a lo largo de la cima de un muro; luego saltaron a un corral. Allí vivía un chancho muy gordo; pero había también una pequeña mancha, seguramente de romaza verde.” José María Arguedas: Relatos completos. Alianza Editorial. Madrid, 1983.Pp. 224.
[2] Hugo J. Verani. Las Vanguardias Literarias en Hispanoamérica. Fondo de Cultura Económica. Segunda edición. México, 1995. Pp. 28.
[3] León de Greiff. Relato de Guillaume de Lorges. “Libro de Relatos” en Obra Completa. Tomo II. Nueva Biblioteca Colombiana de Cultura. Procultura. Bogotá, 1986. Pp. 205.
[4] León de Greiff. Relato de los Oficios y Mesteres de Beremundo. “Velero Paradójico” en Obra Completa. Tomo III. Biblioteca Colombiana de Cultura. Procultura, 1986. Pp. 117.
[5] León de Greiff. Divertimento Escandinavo-Chibcha. “Nova et Vetera” en Obra Completa. Tomo III. Biblioteca Colombiana de Cultura. Procultura, 1986. Pp 412.
[6] Vicente Huidobro. Altazor. Compañía Ibero Publicaciones. Barcelona 1931.
[7] Ibid.
[8] Ibid.
[9] Vicente Huidobro. “Venecia” en “Veinte Poemas para ser Léidos en el Tranvía”. Sin datos de edición. Pp. 14.
[10] Ibid. Pp. 6.
[11] Ibid.