En la revista El librero
de Julio de 2011, se puede leer un
artículo de Federico Kurso que comienza con una sentencia atroz, Los escritores de ciencia ficción se
jubilaron el mismo día que murió el futuro: el 11 de septiembre de 2011. Luego
pasa a hacer una descripción de todos los fenómenos que nos han acompañado
durante estos últimos años y resume, en una forma en que uno no puede dejar de
estar de acuerdo, en la que mi generación no puede dejar de estar de acuerdo: El sentimiento predominante de los primeros
tramos del siglo XXI no es el de alienación, soledad o indiferencia. Es el de
defraudación. El de haber sido robados. Sin preludios ni avisos preventivos, el
futuro fue clausurado. Desapareció incluso como posibilidad y territorio
literario. No hay libro ni película ni objeto cultural que imaginen la vida en
el año 3341. Líneas, o páginas, más adelante, el autor desafía al lector a
que menciones tres autores importantes de ciencia ficción de los últimos años. Aunque
puedo nombrar a Stephenson, Collins y Scott Card. Sé que la mayoría de lectores
colombianos, quienes aún ven en las librerías más de Asimov que de Los juegos del hambre, quien todavía no
puede encontrar a Phillp K. Dick en la estantería de una biblioteca pública se
habría visto en figurillas para nombrar más de dos.
La afirmación de Kurso me pareció
sensacionalista e injusta. Sin embargo algunas semanas después me encontré con
un artículo de Neil Hollands (SF/ Fantasy´s epic journey) en Library Journal en
donde habla de las diferentes formas que ha asumido la fantasía y la diversa
salud de sus subgéneros. No es coincidencia que el género con más problemas en
el momento sea la ciencia ficción. Hollands menciona una serie de eventos como
las nuevas tendencias de la NASA sobre los viajes al espacio, el pesimismo
natural del género y la crisis de la bolsa, entre otras, que incentiva al
lector promedio hacia otras formas de fantasía –tal vez más felices- que no le
recuerde el mundo caótico en el que se halla.
De acuerdo a los dos autores, ese
gran filón de imaginación y visión se está secando porque mucho de lo que se
vio en el futuro se está cumpliendo ahora, porque las personas no quieren
adentrarse en más visiones de pesadilla. Los escritores de ciencia ficción lo
vieron en el siglo XIX, a mediados de los años 90’s, lo están viendo ahora.
Cuando era niño quería escribir
como Del Rey, como Dick, como Asimov. LA realidad me enseñó otra cosa, la
tecnología no era cosa de Latinoamérica, menos de Colombia. Si se quería hacer
algo fantabuloso (Así usaba uno las
palabras en aquel entonces), entonces había que emigrar a Estados Unidos, Rusia
o Japón. En aquella época –bueno, también en esta, no tenía billetes sino
palabras, así que la idea de viajar a otro país era un chiste. Soñé con ser astrónomo
y una cátedra universitaria en Colombia sobre el tema sigue siendo un chiste. Lo
único que me quedó en aquel entonces fue la ciencia ficción.
La realidad me impuso una
realidad que me exigía escribir de cosas diferentes, crear un mundo de
posibilidades diferentes, porque yo no era norteamericano ni ruso ni europeo.
En lo que fallan ambos artículos es en considerar la muerte de la ciencia
ficción porque no se habla del año 3000 o porque los norteamericanos tienen
miedo de vislumbrar el futuro que se han tejido. No, la ciencia ficción tiene,
precisamente, un amplio futuro en los países latinoamericanos, Colombia en
especial, porque ante el afán consumista de los países del primer mundo y
nuestro pobre manejo de los recursos nos han puesto en la mira de la economía
mundial en los próximos años, con todo lo malo y terrorífico que acompañe a ese
futuro, porque la ciencia ficción implica una manera de ver el mundo en la que
obliga a los lectores a hacerse cargo y a responsabilizare de ese futuro que se
avizora.
Es hora también de navegar en ese
amplio terreno de posibilidades que nos hemos tejido y entretejido durante los
últimos años. Es innegable que vamos a tener que incluir la corrupción, el
narcotráfico, la guerrilla, los trancones y los aeropuertos de pobre
infraestructura en nuestros relatos; es innegable también que vamos a tener que
imaginar un mundo más amplio en el que las relaciones diplomáticas e
internacionales sean relevantes y tengan un peso en la historia. Liliana Bodoc dio un paso gigantesco cuando
construyó una fantasía épica latinoamericana en La saga de los confines, es el momento en que el escritor
latinoamericano de fantasía y ciencia ficción asuma el relevo que la época
impones y se encargue de abrir una nueva época en la historia de la ciencia
ficción latinoamericana.
P.D. No puedo dejar de mencionar
que la editorial Laguna Libros, reedito tres libros de ciencia ficción publicados originalmente entre 1928 y 1936.
Más información aquí: http://bogota.vive.in/libros/articulos/diciembre2011/ARTICULO-WEB-NOTA_INTERIOR_VIVEIN-10918108.html