LOS Hijos del Neón nacieron con esa incursión, con esa primera batalla.
Imagina por un momento que la patrulla está en una persecución, cuando de repente
los perseguidos desaparecen y la patrulla parece haberse metido en un hueco.
Imagina el sonido de la sirena y los principios del desconcierto. Todo está
oscuro, porque muchas de las Zonas de Violencia controlada no tienen acceso al
servicio eléctrico. En ese momento, uno de los policías piensa que quizá la
mejor idea es salir, hacer una llamada, buscar ayuda. Entonces la primera piedra
cayó sobre la patrulla provocando un sonido fuerte, ya sabes, como en una
película de terror. Luego caen más piedras. Se comienzan a adivinar figuras que
se acercan, una piedra provoca la primera fisura en el parabrisas. Pero las
cosas sólo están por comenzar. De un momento a otro una lluvia de flechas cae
sobre el techo, algunas incluso alcanzan a traspasarlo y se incrustan, casi sin
fuerza, en la cojinería. Los policías no saben que sucede. De repente, hay una
tercera oleada de asaltantes. Caen con un montón de lanzas sobre la patrulla,
en silencio, solo se escucha la piedra desgarrando el metal, desinflando
neumáticos, desangrando el tanque de combustible. Mientras tanto, los policías
solo han alcanzado a llamar por radio pidiendo ayuda y reportando algo sobre
salvajes, indios, que los atacan. Del otro lado solo se ríen de ello.
Los atacantes desaparecen de la
misma forma en que surgieron, de la nada, se reintegran con ella. Así nace la
leyenda.
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