SI
solo has mirado los titulares de los periódicos y los tweets más destacados, sabrás
que lo que Los Hijos del Neón hicieron después de esa incursión fue empezar a
expandirse. Poco a poco todas las demás pandillas y tribus urbanas de la zona
fueron anexionadas o diezmadas. No había términos medios. En las Zonas de
Violencia Controlada las armas de fuego y las blancas fueron reemplazadas por
arcos, flechas, lanzas y cuchillos de piedra. En la historia reciente de la
humanidad nunca se vio una revolución más absurda e inútil, más sorprendente.
La policía renunció a entrar a la ZV58a3 al encontrar de forma invariable que
sus autos se topaban con trampas diversas. Incluso hubo policías que
desaparecieron tragados por la tierra. En algún momento se llevó una tanqueta y
tuvo lugar una escena surrealista que terminó con la tanqueta despeñada por un
precipicio artificial. La vida del neolítico sorprendió al humano de a pie del
siglo XXI. Tu te diste cuenta, aún con tus autos y tus armas y tus celulares y tu
internet y tus drones, que las Zonas de Violencia Controlada no son accesibles.
Los
Hijos del Neón lograron lo impensable. Comenzaron migraciones inversas. La
gente que había huido de las Zonas de Violencia Controlada comenzó a volver,
trayendo consigo recursos, pero también gente, gente que comenzó a creer en
otras posibilidades, que se abrieron a las bondades que ofrecía el neolítico en
las ciudades modernas. Por supuesto, tu bien lo sabes, eso implicó cambios.
Cambios y sacrificios.
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