-EL DESPERTAR VI-
Fue una mañana perdida de visitar
libreros, librerías de viejo y recursos de internet. Nadie sabía de un libro
con características similares, a excepción de El libro de arena de Jorge Luis
Borges. Alguien le dijo, que el nombre Tarmadón venía de una raíz semítica o
elemita, y que traducía, mal que bien, signo de los signos o signo de los
sueños. Sin embargo, ningún libro
respondía a la descripción presentada por él. No existía ningún volumen que
respondiera a ese nombre.
En la estación nadie pudo ver el libro
más de diez minutos seguidos sin que le diera dolor de cabeza. Una forense lo
calificó como repugnante. Como dato curioso, ninguna huella dactilar se fijó en
él. Los exámenes microscópicos no arrojaron nada y un auxiliar dijo que había
intentado raspar o romper una hoja para hacer un examen más detenido, pero el
libro parecía ser invulnerable. Después de eso, y por espacio de una hora, el
pasatiempo favorito de todos en la estación fue intentar hacerle algo al
maldito libro. Lo intentaron con agua, fuego y ácido sulfúrico. Por alguna
razón había un láser de gran potencia, que no le hizo absolutamente nada.
Intentaron apuñalearlo y balearlo también. Incluso Martínez probó con un hacha.
Sintió que era como intentar golpear un trozo de acero. El libro no acuso un
solo rasguño.
El libro imposible quedó a
disposición del escritorio de Martínez, mientras él, junto con casi toda la
estación, fueron a atender un llamado por un ajuste de cuentas de unos
narcotraficantes que, aparentemente involucraba una persecución y un pequeño
contingente de soldados.
Días después, cuando Martínez volvió a su escritorio, y encontró de casualidad El Tarmadón en su escritorio, encontró un volumen ajado por el tiempo y no pudo encontrar ninguna razón para recordarlo de otra forma.
0 comentarios:
Publicar un comentario