Me tiré
sobre la cama sólo para tener que levantarme diez minutos después porque sentía
que algo me caminaba en el cuerpo. Primero pensé que se trataban de hormigas.
Ya sabes, esa sensación molesta de tener algo que camina por tu cuerpo, algo
pequeño que no pude definir, que no termina de ser una molestia, pero que es,
ni más ni menos, que una molestia. Sin embargo, pronto dejó de sentirse como
hormigas y comenzó a sentirse como algo más grande. La imaginación me jugó una
mala pasada y pensé que se trataba más bien de esas cucarachas recién nacidas,
con sus malditas patitas y multitud de alitas. Dios, cómo odio esos bichos. Fui
a prender la luz, pero aunque presioné el interruptor de la mesa de noche
varias veces fue en vano, al parecer la luz se había ido. Comencé a desesperarme
porque de repente la sensación no sólo estaba en mi piel, sino que comencé a
sentirla más adentro, introduciéndose en mis músculos, luego en mis huesos. La
sensación ya no era desesperante sino enloquecedora. Al fin, cuando sentí que
algo irrumpía a través de mis ojos, caí en cuenta que debían ser gusanos. Al
fin y al cabo ya llevaba diez días muerto en este hueco.
sábado, 9 de marzo de 2019
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