IMÁGINATE por un momento la escena. La escena de
películas y series de acción en las últimas décadas. El cruce de miradas, los
gestos hoscos, la sonrisa de la chica. El cliché. Lo que tienes que tener en
cuenta es que estábamos muy lejos de las películas, que el aire se podía cortar
a cuchillo, que la banda estaba en silencio, que se podía escuchar el sonido de
las cucarachas arrastrándose bajo la barra.
El de aretico sonrió, empujó a Atón, como quien piensa
que empuja a un niño. La respuesta de Atón fue simple, sencilla y brutal: sacó
su puñal de pedernal y acuchilló al de aretico. Si la gente hubiera sido
sensata se hubiera quedado quieta y todo habría terminado ahí. Sin embargo,
alguien quiso atacar a Atón por la espalda, pero la chica sacó un revolver
nadie sabe de donde y se lo puso en la frente. Después imagínate cualquier
pelea de película del Oeste. Botellas iban y venían, sillas volaban, puñetazos,
disparos; el cuchillo de Atón no se detenía, la chica disparaba y recargaba con
pasmosa facilidad. Ambos se vieron empujados hasta la barra. Hasta que de un
momento a otro se hizo el silencio.
Solo quedaron ellos dos de pie. El resto fue solo sangre.
Así se conocieron Narya y Atón. Ese fue el comienzo del
segundo capítulo de Los Hijos del Neón.
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