Una era normal. Lo esperado. Dos eran molestas, pero tolerables. Sin
embargo, la cosa comenzó a sorprenderle cuando encontró tres revoloteando por
ahí. Ya tenía suficiente con los zancudos como para ahora tener que aguantarse
a las moscas. Cuando fueron cuatro, que se negaban a irse por más que se les
hablar con delicadeza y se les abrieran las puertas y ventanas, la cosa se puso
bastante molesta. Había que hacer maromas para cocinar el almuerzo sin que los
bichos horribles se pararan sobre la comida. Entonces hubo que recurrir al
veneno. Se descubrió horas enteras esperando que una de ellas se posara en
alguna parte para rosearla con Raid, y luego verla con un placer perverso como
se iba debilitando, caminando más lentamente para morir. Pero entonces fueron
cinco. No supo cómo, pero eran exactamente cinco. Ni una más ni una menos.
Mataba a una e ingresaba otra. Estalló la guerra. Se puso la máscara de gas e
hizo estallar granadas de insecticida por toda la casa. Colgó de hilos rojos
los cuerpos de las moscas caídas en los ventanales como advertencia. Medio
intoxicado venció. Abrió puertas y ventanas para dejar salir el veneno. Entonces notó que entraba una hormiga a la casa.
sábado, 16 de mayo de 2020
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