sábado, 8 de agosto de 2020

PREGUNTAS

 

 -PREGUNTAS-

Al caer la noche sintió frío y cansancio.

Se dirigió a la vera del camino y se sentó recostado contra el tronco de un árbol. Miró sus manos, manchadas de sangre y curtidas ya por el sol.

Sobre él se alzaba una pequeña línea curva que saludaba un nuevo ciclo. Por primera vez se preguntó acerca de su camino y su destino. Escuchó voces a lo lejos que se acercaban. Sin saber muy bien por qué se adentró en el bosque y observó desde lo lejos. Solo se trataba de un hombre y una niña que llevaban un farol. Ambos hablaban, aunque el peso de la conversación recaía sobre ella. En algún momento la niña preguntó sobre la muerte y el hombre le respondió que era un silencio infinito, que no podía ser roto por ningún sonido. La niña pareció pensar por un momento en esas palabras. Entonces preguntó de nuevo si él había muerto alguna vez para saber eso. El hombre no dijo nada. Luego le pidió que se apurara. El hombre sin nombre los seguía por el bosque procurando no hacer ruido. Sin embargo, algo debió delatarlo, pues el hombre se detuvo, levantó el farol ante él buscando detener la oscuridad, y su mirada taladró el bosque. Apuró aún más el paso. La niña repitió la pregunta, y el hombre le respondió que sí. Que en su juventud había tenido que combatir en una de las guerras de su Señor y que lo habían herido y lo habían dejado por muerto, que efectivamente él había estado muerto, que había visto a una mujer dulcísima vestida de blanco con un velo azulado en torno a su cuello. Que eso era todo lo que recordaba, eso y el silencio. Un silencio como no ha vuelto a sentir jamás, un silencio que se le metió en los huesos, pero que alguien lo sacó de ahí y lo trajo de nuevo al bullicio que era la vida.

Entonces el hombre rompió a llorar. Sollozos callados que la niña no se atrevió ya a interrumpir.

El Hombre sin Nombre los siguió con la vista hasta que se perdieron en un recodo. Solo un hombre y una niña que se defendían con un farol de la oscuridad y de todo lo que en ella se podía ocultar. Durante mucho tiempo se quedó con la vista clavada en el camino sin saber muy bien que esperar. Luego buscó un lugar donde dormir y descansar.

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