-REALIDAD-
(I)
Su única guía era el sueño. Cuando despertó la realidad había cambiado, algo había en su textura que no era la de siempre, como si el aire fuera más denso y el agua más espesa; como si de alguna manera las cosas hubieran ganado algo de color, y al mismo tiempo tuvieran la fragilidad del papel.
Al principio cada paso le costó. Sin embargo, descubrió, al ceñirse el sable al cinto, que las cosas recuperaban algo de su normalidad.
Caminó hacia el Este, porque en el sueño el pueblo había sido mudado hacia el Este, pero no había ninguna huella o pista en el camino. Después de caminar unas tres horas, se preguntó si el que había sido mudado no habría sido él, porque recordaba que a tres horas de camino estaba el pueblo donde comerciaba con los cerdos e intercambiaba rumores con un viejo herrero. Empero, no había señal de herreros ni de cerdos, ni mucho menos de pueblo. A medida que avanzaba notó también que el sol no se movía de su lugar, que permanecía inmóvil en el horizonte y parecía un poco más grande y más rojo de lo normal. Miró a tras y descubrió que solo había oscuridad.
El hombre que alguna vez no había tenido nombre, que no proyectaba sombra y acaso no tenía sangre en las venas; que no podía morir y que había vivido a través de eras innumerables, sospechó entonces que la aventura que apenas comenzaba iba a ser más complicada de lo que sospechaba en un principio.
Miró de nuevo hacia el frente, en la dirección que el sueño había indicado, se encogió de hombros, y sin más por hacer reemprendió su caminar.
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