sábado, 14 de noviembre de 2020

- REALIDAD II –

 

-REALIDAD II-

El dragón era más grande y con más dientes de los que recordaba. Había en él una actitud más fiera, una sed de sangre que no recordaba en ningún momento. Era con si el dragón tuviera como misión única en su existencia destruir al Hombre de negro. Lo acometía con fauces y fuego, lo embestía con cuernos, lo amenazaba con alas y lo castigaba con una cola poderosa que restallaba como un látigo. Cada instante era cuestión de vida o muerte y en su lucha habían terminado con no menos de tres bosques.

Caballeros llegaron en su ayuda y fueron despachados como moscas apestosas; dos brujas que quisieron mezclar las antiguas artes fueron aplastadas cual gusanos; hubo también un asunto con un pequeño dios que se le atoró a la bestia entre los colmillos.

Todo ataque era infructuoso. Toda defensa inútil. Darlon Noar sudaba mientras intentaba cubrirse y atacar. Buscaba detener a la bestia al menos lo suficiente para que el castillo fuera evacuado. La bestia avanzaba. Darlon reculaba.  

Finalmente, después de lo que había parecido una eternidad, Darlon vio un punto descubierto detrás de la oreja de la bestia, una cosa de nada, algo como un sueño, como una ilusión.

Con bravura, no exenta de temeridad absurda, Darlon esquivó los ataques del dragón; adivinó la marea de fuego, escaló por las escamas de la bestia y le pinchó con la punta de la espada. Un único pinchazo que no llegó a penetrar la carne, pues al instante esta se deshizo, se volvió niebla, humo, nada.

Darlon cayó y lo hizo durante mucho tiempo mientras veía como todo a su alrededor de deshacía y resonaba una tenue carcajada que se iba, se alejaba…

Se levantó en medio del desierto, en medio de la nada, de ninguna parte. El sol era una esfera de fuego justo sobre él. No proyectaba sombra alguna sobre la ardiente arena. No podía hacer nada más, así que eligió un rumbo cualquiera y comenzó a caminar.

 

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