AXZNEL
Volvía
a Taz-Nel después de muchos años cuando fue avistada por cazadores. Eran
cazadores jóvenes, inexpertos, casi niños, que no conocían los ritos ni los
protocolos; que no conocían las reglas ni el valor de las fronteras. Lo único
que tenían era la sed de sangre; de resto, eran casi unos salvajes. Sin
embargo, ella era inocente. Siempre había sido inocente la pequeña Sal. Así que
ocurrió lo del cuento, ¡lo recuerdas? Aquel de una niña con una caperuza roja
que cruza por el bosque y es devorada por un lobo. Sal era la niña, los lobos
los cazadores. No hubo leñador, por supuesto, porque aquí están las
diferencias: Sal iba a ser madre y la choza de la abuela había sido derruida por
los bombardeos del 73, de manera tal que solo quedaba en pie una esquina sin
ningún techo. Ahí fue acorralada Sal, cuando no le quedaban fuerzas para volar,
correr o arrastrarse, sabes lo indefensas que son las gifty cuando van a dar a
luz.
La
primera cuchillada la cogió de sorpresa, como si de repente se diera cuenta que
en realidad no era un juego; la segunda le trajo la desesperación, nadie sabía
de su pequeño hijo, ni siquiera había suido presentado a Narya en la noche azul;
la tercera solo supo a desesperación y una melancolía infinita; la cuarta no la
sintió, ni la quinta ni la sexta ni la décimo octava. Los chicos mutilaron sus
alas y la dejaron tirada cuando se acercaba la hora bruja y algunas gotas
comenzaron a caer.
Eran
jóvenes. No conocían los ritos ni los protocolos ni sabían nada de los ciclos
de vida. No notaron la suavidad de las plumas de Sal, ni la brillantez del
color de sus plumas, así que no se percataron tampoco de la vida que había en
ella. No notaron que poco después que el aliento había abandonado a Sal, aún había
movimientos en su bajo vientre. Se hubiera necesitado mucha experiencia para
darse cuenta de ello.
La
criatura, blanca, tierna, con unos pocos plumones alrededor de su rostro y
talones, lloró ante la vida y su melancolía. Cualquiera hubiese pensado que
estaba resignado a brillar por pocas horas y luego extinguirse. Imagina por un
momento la escena: una pared sobre la que se asentaba el cuerpo de una gifty
debajo de la cual se arrastraba una criatura condenada, como cientos, como
miles alrededor de la faz de la tierra, y sobre ellos, limpiando todo, la
lluvia.
Era negra la noche. Sin luna. Dicen que Nut siempre había querido un hijo.
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