REMORDIMIENTO
Despertó en
la madrugada sabiéndose culpable. Había matado un hombre. Sus manos aún
parecían estar manchadas de sangre y se las había lavado ya unas cien veces.
Sin embargo, no era eso lo que le importaba. Sus manos se habían untado de
sangre muchas veces con anterioridad. Lo que en verdad le pesaba en la
conciencia era haberle mentido. Sí, era su aniversario; sí, iban a estar todos
sus familiares. Su suegro no había podido venir. Suspiró. Su suegro nunca iba a
volver, estaba enterrado en el jardín.
A veces se planteaba dejar su oficio.
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