HASTA el momento de la batalla de las orejas, Los Hijos del Neón habían sido vistos con extrañeza, pero tratados con cierta tolerancia; al fin y al cabo, existían otras amenazas en el país, otras problemáticas: la corrupción, el desempleo, los sobornos, las disputas fronterizas, los nacimientos de nuevas guerrillas y grupos paramilitares, las nuevas drogas que inundaban las calles. Los mismos viejos problemas sin solución en pro de los mismos viejos intereses. Sin embargo, la batalla de las Orejas creó algo que no se esperaba. Imitadores. Pronto en Suamox y Madein comenzaron a reunirse grupos de neoprimitivistas que se tomaron las calles. No de forma intencionada, no de forma organizada, pero el cambio comenzó a hacerse sentir. Las ventas de armas en el mercado negro bajaron, lo que afectó algunos ingresos extras de las fuerzas de seguridad. Luego comenzaron los ataques con armas de piedra, lanzas, flechas y hachas. Algunos centros de salud y hospitales comenzaron a colapsar. Luego, comenzaron las expansiones de las Zonas de Violencia Controlada, a la manera de tumores en un cuerpo canceroso. La gente de bien exigía soluciones. Por supuesto se formaron omisiones; por supuesto no sirvieron para nada.
sábado, 22 de febrero de 2020
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