CON todo, lo verdaderamente preocupante no fue la
irrupción del ejército en medio de un territorio para ellos por completo
desconocido, sino la transformación que comenzó a sufrir Atón. Quien hasta el
momento sólo había sido un bicho raro, que lideraba la tribu teniendo su nariz
metida en sus libros, se comenzó a convertir en una especie de chamán. Cada vez
hablaba de forma más enigmática, y su apariencia era cada vez más abandonada.
Sus ropas eran solo andrajos y de su rostro sólo se veía lo que permitía una
suerte de maraña desigual que le crecía a modo de barba.
Los comentarios aumentaron, por supuesto. Sin embargo, el
más común, el que lo complicaba todo, es que el nombre de Atón no aparecía en El
Tarmadón, que escapaba, de alguna manera, de la mirada de Eayanael, que quien
lo seguía, seguía un camino escondido a la mirada de los dioses y de los
hombres. Poco a poco el nombre de Atón fue más temido, reverenciado y temido,
lo que daría lugar al desenfreno de Skin, quien cada vez se volvía más brutal.
Fue eso lo que, quizá, dio lugar a la batalla de las orejas.
0 comentarios:
Publicar un comentario