CREATIVO
Fue el hombre más feliz del mundo cuando fue contratado
como creativo de una empresa publicitaria. Lo curioso es que la empresa también
estaba feliz con él. Era, lo que se podría definir, como un insólito matrimonio
laboral, donde ambas partes sacaban lo mejor de sí y de la otra. Así, vinieron felicitaciones,
premios y reconocimientos. Luego, llegó el dolor.
Sucedía cuando Camilo se
levantaba y una súbita idea parecía amanecer con él. Sin embargo, el dolor, el
desasosiego no se iba hasta que no conseguía plasmarla de alguna forma. La
edad, pensó. El problema real comenzó cuando las ideas comenzaron a
reproducirse; entonces Camilo se veían enfrentado a una mancuspia, a una cefalea,
que se iba incrementando, que no le dejaba en paz hasta que lograra ponerla en
palabras, en metraje, en campaña, en comercial. La empresa ponía entonces más libertad
a disposición de Camilo, considerándolo su mejor creativo, su más exitoso
trabajador, y proponiendo entonces un nuevo modelo de trabajo, en donde las
personas eran más libres para trabajar, para llevar sus ideas a cabo.
Camilo sufría. Cada despertar tenía
el impulso urgentísimo de correr tras la realización de las nuevas ideas que salían
de su cabeza ya en cualquier momento, mientras desayunaba, mientras comía,
mientras cagaba, mientras jodía. Pronto se fue convirtiendo en una bolsa de
carne y huesos, impelido a perseguir al conejo una y otra y otra vez.
Un día, sin embargo, el peso de sus ideas fue tanto que cayó de cabeza al suelo, reventándosela por la absurda condensación que había ido produciéndose en los últimos minutos. Su cabeza, de alguna manera, se había convertido en una suerte de agujero negro de ideas, así que al caer su cráneo se reventó como un huevo del cual fueron saliendo más y más ideas que se expandieron por el mundo, infestando a las personas, exigiendo ser realizadas.
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