LA
ÚLTIMA
III
Ramírez fue quién la ayudó. Al menos hizo lo que creyó correcto. Dijo que
de no haber sido así, ella hubiera sido rematada. No importaba llevar a nadie
ante ninguna justicia, importaba dar una lección, terminar con ellos a como
diera lugar, enviar un mensaje a las otras tribus urbanas.
Hizo poco, es cierto, pero fue
suficiente. Le dejó la puerta abierta, le indicó donde lanzarse. Narya tenía
apenas dos rozaduras y un impacto en un brazo. Narya siguió las indicaciones de
Ramírez y caminó por el desierto uno o dos kilómetros antes de dar con los
límites de una ZVC, donde fue acogida sin preguntas ni miramientos; donde fue
cuidada con mucha escasez y parquedad, pero con una dedicación no exenta de
disciplina.
Poco antes de irse se dio cuenta
de que estaba embarazada. La noticia la derrumbó por completo, pues por primera
vez se percató del tamaño de su orfandad; desvinculada de su territorio, de su
tribu, de su familia y de su amante. Fue entonces también donde Narya se
preguntó por primera vez sino podría ser también la primera.
A partir de aquí seguir el hilo de su devenir es un poco más complicado. Narya sale de la casa donde fue acogida pues suponía, correctamente, que era un peso que pronto se volvería insostenible, pues donde comen a duras penas tres, no pueden comer cinco. Lo sabía con la certeza de ser una habitante de una ZVC durante toda su vid. Creo que Narya intuyó otra cosa, además. Creo que intuyó que podía revelar quien era, que hacerlo garantizaría su supervivencia sobre muchas otras muertes. Qué hacerlo la pondría en una posición que no estaba preparada para soportar. Con eso, y quien sabe que más en mente, Narya se adentró en el desierto que rodea a Kalí.
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