-BARQUERO-
Frente a él un río. No un riachuelo o un arroyo. No, un
Río. Seguramente uno habitado por un dios antiguo y malhumorado, de esos que no
resiste ninguna intromisión sin los ritos o elementos litúrgicos adecuados; un
dios traicionero y hostil que hace mucho olvidó lo que era la risa. A la
derecha se encuentran las montañas y a la izquierda se deja ver el desierto en
toda su extensión. De otro lado, hay lo que parecen ser árboles, quizá incluso
algunos pájaros.
La corriente es rápida y se dejan adivinar bajo el agua
gigantescas piedras prehistóricas. El Hombre de Negro se acerca a la orilla
bebe algo de agua fría y se lava el rostro. Mira a la derecha, luego a la
izquierda, entonces ve el punto a lo lejos que va creciendo con rapidez. Se
trata de una especie de piragua endeble, a la que alguien con cierto sentido
del humor le puso un mascarón de proa que en algún momento pudo haber sido un
dragón. De pie sobre ella se encuentra un hombre inmenso.
-
¿Necesita
pasar? Es más fácil de lo que parece.
El hombre sin nombre asiente.
-
Suba – le
invita el barquero, mientras acerca más la piragua a la orilla.
Una vez dentro el Hombre sin Nombre se mantiene en pie,
visiblemente incómodo, sin saber bien qué hacer. El barquero sonríe y comienza
de nuevo a navegar. Hay magia involucrada en el asunto, por supuesto, pues la
piragua navega como una flecha cortando el río en línea recta de un lado al
otro.
El barquero habla. Todos lo hacen por supuesto. Habla del
tiempo y del reino, de la última plaga, de los bandoleros y de las maldiciones.
El Hombre de negro siente la cercanía del bosque en la otra orilla, puede
saborear el aire; escucha el enloquecedor canto de las cigarras. Escucha que
algo le dice el barquero mientras le tiende el canalete, lo toma por reflejo y
con sorpresa ve que el barquero se lanza al río y nada hasta la orilla. Intenta
hacer lo mismo y nota con sorpresa que el canalete no se despega de su mano,
que sus pies no se levantan del fondo de la piragua. Sus ojos buscan al
barquero que se despide de él con una mano a lo lejos.
Solo puede hacer una cosa, se sienta en la piragua y
espera a que alguien necesite cruzar.
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