-EL DESPERTAR III-
De seguro recuerdas el hecho. Carla fue encontrada colgando destripada en el interior de un canal colector de aguas residuales. Cuando la encontraron había sido parcialmente devorada por las ratas. Dadas las características del crimen, en especial su elaborada puesta en escena que incluía elementos rituales y palabras en otro idioma, se había barajado la hipótesis manida del asesino serial. Pero, o bien se trataba de uno que estaba empezando, o bien, se trataba de uno que no dejaba huellas jamás. No se volvió a encontrar un cuerpo en las mismas o condiciones similares.
El primer sospechoso había sido el habitante de calle que lo había denunciado, pero estaba tan consumido por la abstinencia que no podía pronunciar dos palabras seguidas que fueran coherentes. Se le había volado la olla, era cierto, pero esa voladura había ocurrido hacía mucho y el cuerpo solo buscaba sobrevivir. Por supuesto, se había pensado en las personas cercanas y que el padre estuviera desaparecido hacía unos pocos meses tampoco había ayudado, pero el padre solo era culpable de haberse escapado a construir otra familia en Suámox, sin tener el valor de habérselo dicho a su esposa y a su hija.
Durante la investigación, Martínez comenzó a conocer a Carla más de lo que le hubiera gustado. Era una joven de 20 años, que adelantaba sus estudios en arquitectura. En alguna ocasión se había enredado con un profesor; en alguna ocasión se había demorado en devolver unos libros a la biblioteca. Trabajaba de mesera los fines de semana, más para socializar y escapar de la rutina de la casa que para pagarse sus estudios. Era buena hija, decía la madre; era buena amiga, decían los tres o cuatro amigos que la conocían. Vestía de jeanes y camisetas; a lo sumo un vestido o dos para ir a bailar. Sus docentes hablaban bien de ella, uno o dos no tenían muy claro que la habían tenido como estudiante. Un exnovio había mencionado sus arranques de pasión; de ella Martínez se había quedao con la imagen de los rizos de su cabello arrancándole destellos al sol. Del comentario de una vecina, se quedó con la imagen de una joven de sonrisa abierta y franca. Así fue construyendo su propia imagen de Carla Suárez y se prometió descubrir lo que había sucedido con ella. Ahora, después de diez años de andar con esa imagen de Carla con él; de emplear una antigua fotografía de ella como punto de lectura; habían encontrado una nueva escena del crimen con características muy similares a la de Carla.
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