-SABLE XIII-
Se miraron por un momento a través de los abismos del tiempo. Tan iguales y tan diferentes. El hombre del hongo sonrió mientras adelantaba su mano al tiempo que el chico hacia lo propio. Al mismo tiempo ambos empuñaron el sable. Ambos lo levantaron y blandieron. El hombre del hongo lo puso de alguna manera a su espalda, en tanto el chico solo pudo sostenerlo a un costado.
- Eres como yo -, dijo el hombre del hongo.
- ¿Quién soy?-, preguntó el chico.
- Probablemente un Noar. Pero eso no importa. Lo que importa es que has despertado. Importa lo que hagas con eso de ahora en adelante.
El chico, quizá un Noar, no supo que decir. No se le ocurría nada en particular. El hombre del hongo frente a él sonrió y comenzó a desvanecerse.
- ¿Qué es este sable?-, preguntó entonces el chico al aire, al desierto, al universo, mientras se arrepentía de haber sido tan lento.
Blandió una vez más el sable frente a él y se percató de que la realidad se rasgaba ante él. Tras la abertura solo vio por un momento oscuridad, luego un enorme camino de estrellas, y más allá montañas sobre las que parecían moverse figuras gigantescas.
No tenía más que hacer, así que atravesó la abertura y probó a ver donde lo llevaba el camino.
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