viernes, 7 de mayo de 2010

Hacia la construcción de una literatura de fantasía y ciencia ficción latinoamericana. Primer ladrillo.

En el prologo a “El reino de este mundo” Carpentier apunta sobre las formas estereotípicas que ha alcanzado la fantasía proveniente de Europa (claramente influenciadas por el surrealismo) y propugnaba por la necesidad de construir una literatura proveniente de las creencias propias de los americanos. “Realidad maravillosa” la llamó él, puesto que veía que este suelo regado por la sangre de indios, negros y blancos era fértil en el desarrollo de variopintos paradigmas que convivían sin orden ni concierto –pero al fin y al cabo convivían – unos con otros.

Carpentier tuvo una poderosa intuición, en nuestra tierra habitamos con centenares de criaturas a cada cual más extraña y no se nos da un ardite. Sin embargo, este realismo maravilloso, es quizás el mismo tipo de realidad que vivía un campesino del siglo XVIII, un transilvano del siglo VII o un romano del siglo II a.c.. Es decir, todos los pueblos han tenido estadios de convivencia con paradigmas maravillosos de realidad. Lo maravilloso nuestro es fantástico para quien nos ve desde afuera, lo que nosotros vemos como fantástico en Europa, Australia o Japón suele ser una suerte de realismo maravilloso para ellos. En pleno siglo XXI los chinos conviven con los espíritus de sus antepasados al igual que los norteamericanos encienden una pira en el bosque y se cuentan historias sobre el wendigo.

Posteriormente la escritura de Manuel Zapata Olivella (colombiano) daría a luz algo que él llamó “realismo mítico” y puso a los elegbas a cabalgar a los hombres y a los muertos a pelear en las guerras de los vivos. La poderosa e inteligente escritura de Zapata se ha visto relegada a un segundo plano, en muchos casos, por mero desconocimiento.

El caso de García Márquez, aunque merecedor de mejor suerte, no produjo herederos sino una amplia suerte de imitadores. Un caterva de bebedores de su manera de escribir pero no de su espíritu pegado al realismo mágico. Aparte de ellos, de Borges –aparentemente tan europeo- y de Cortázar –aparentemente tan singular -, no ha habido fuertes representantes de una fantasía que beba de las mismas fuentes de las que bebieron los muiscas, los aztecas, los negros y los mestizos que heredamos todas esas tradiciones.

Uno de los mejores logros alcanzados a este respecto ha sido el de Liliana Bodoc con su saga sobre “Los días de la sombra”. En donde parte de la creencias y formas de ver el mundo de los mapuches, los incas y los mayas para construir sus tribus que buscan aunarse para enfrentar la sombra que llega allende los mares.

Tenemos obras, hemos tenido autores, pero no tenemos una tradición. No existe aún el canon de lo fantástico y de la ciencia ficción (de esa hablaremos después). Es un orificio en la urdimbre de nuestra identidad literaria. Se hace necesario que hoy comencemos a tejer esos caminos.

(Continuará)

jueves, 6 de mayo de 2010

De Stephen Crane

En el desierto


vi una criatura, desnuda, bestial,

que, en cuclillas en el suelo,

sostenía su corazón en las manos,

y comía de él.

Dije: «¿Está bueno, amigo?».

«Es amargo, amargo —respondió—;

pero me gusta

porque es amargo,

y porque es mi corazón.»
 
Traducido por Daniel Romero

lunes, 19 de abril de 2010

El s2gundo disparo

Antología de relatos del taller “Écheme el cuento”

Ant.: Alberto Rodríguez.

Editorial: “Schoeffer & Fust”



Los talleres literarios tienen una gran tradición en la historia de la literatura. De una u otra forma son ellos quienes terminan escribiendo manifiestos y adelantando las bases de las nuevas estéticas literarias. A veces esto sucede incluso sin que haya una propuesta consciente por parte del taller.

“Écheme el cuento” hace parte de un esfuerzo del ministerio de cultura por apoyar la creación literaria a lo largo y ancho del país. Su intención es incentivar la labor literaria y la preparación de quienes se espera que nos representen a largo plazo en el campo de las letras internacionales. Una de las formas de incentivar este trabajo es apoyar las publicaciones de los talleres literarios adscritos a Renata (Red Nacional de Talleres Literarios).

Este “S2gundo disparo”, según entendemos en el prefacio, es la determinación consciente de Alberto Rodríguez de realizar una selección que cumpliera con unos requisitos de calidad que fueran más allá de cumplir con mostrar los resultados de un grupo que se ha reunido, nombres más nombres menos, durante tres años. Alberto se ha propuesto cumplir con un criterio de calidad editorial, es decir, que los productos seleccionados podrían ser publicados por cualquier editorial. De hecho algunos de quienes publican ya lo han realizado en espacios como la universidad del Valle, la antología de Cambio y la editorial Libros & Libros.

Hay errores por supuesto. Hay líneas que deberían ser olvidadas. Resoluciones torpes en algunos casos y muchos buenos intentos. Intentos. En contraste hay muy buenas historias, de esas que sumergen al lector de tal manera que olvida que se trata del producto de un taller literario y se deja llevar por el mundo posible que le es planteado. Hablo de historias como, “Gónzales”, “El buen retorno”, “Vulvaria”, “Verdad, justicia y reparación” y “Amor”, que descollan entre otros tantos títulos.

Publicar es ubicarse voluntariamente frente a un pelotón de fusilamiento. La decisión de hacerlo ha de ser meditada con minucia ya que los resultados pueden ser mortales. Independiente de si ese es su propósito este “S2gundo disparo” cumple con otra función, es una muestra de lo que puede esperar el lector que le ofrezca una nueva generación de escritores. Escritores que se arriesgaran con temas, técnicas y nuevo tipo de situaciones.

Desde este punto de vista no sólo es interesante leer esta antología sino que se hace imprescindible para el interesado en el mundo de las letras adentrarse en las entrañas de estos procesos. Corre riesgo el lector de que al “S2gundo disparo” se convierta en seguidor.

Esperaremos saber que el arma haya sido cargada y sea disparada próximamente.

jueves, 11 de marzo de 2010

Carta abierta a Alberto Rodriguez

Estimado Señor Rodríguez:

Aprecio el interés que se ha tomado en mi crítica a Buda Blues, de Mario Mendoza. Sabía yo que nuestras diferencias iban a ponernos en esta posición tarde o temprano. Pero vamos en parte, así es como se nubla el espejo de la profecía. O en palabras que tal vez usted mejor entienda, vamos por partes le dijo el asesino en serie a su víctima.

En primer lugar el hecho de poder terminar Buda Blues se redujo a un compromiso tácito que había tomado conmigo cuando oí hablar de la obra por vez primera. Deformación académica también llamada en otros lares. Usted la puede llamar puñetero masoquismo, las palabras no cambian el hecho en sí.

En segundo lugar hablemos de la novelas tesis o las tesis novelas o como quiera que se llamen. No importa. El hecho que se quiera demostrar una tesis no implica que el texto obvie la anécdota sobre la que se monta. Me voy a tomar el atrevimiento de recomendarles tres libros de un solo autor para que nos situemos en un mismo contexto. El autor en cuestión es Michael Crichton. Las novelas son: “Parque Jurásico”, “El Mundo Perdido” y “Estado de Miedo”.

Las dos primeras serían un ejemplo de lo que usted llama novela de tesis. Bajo la anécdota de la clonación de dinosaurios subyace un gran texto crítico social promulgado a menudo a través de los labios del matemático Ian Malcolm. La crítica al desarrollo económico sostenido por una sociedad capitalista como lo es la nuestra salta entre párrafo y párrafo, es una sátira mordaz contra el poder de los laboratorios y el desarrollo desaforado de nuestra tecnología. Si lo quiere, ambas novelas son una alegoría. Usted es lo suficientemente inteligente para que llegado a este punto no tenga yo que explicarle que viene a simbolizar un dinosaurio dentro del marco referencial que le he mencionado.

A pesar de la tesis promulgada sin embargo, Crichton se toma tan en serio su papel de investigador que incluso promueve ciertas teorías sobre el desarrollo y comportamiento de los dinosaurios, esto llega a tal punto que un comportamiento que es mencionado en “Parque Jurásico” es refutado en “El mundo perdido”.

Hablemos de tesis de novela. Espero que al lector no importune que vuelva a hablar de “Estado de Miedo”, una de las últimas novelas de Michael Crichton. En ella se dedica a desmontar, con índice de publicaciones y extensas notas a pie de página, la teoría del calentamiento global (si se fija usted la jerga ha cambiado, ahora se habla de cambio climático que ni es lo mismo ni es igual). Los personajes monologan, lanzan largas diatribas, defienden sus creencias y esgrimen estudios a diestra y siniestra. La novela es una profunda crítica además al manejo de las corporaciones y al mundo científico en general.

¿Qué tiene que ver esto con la obra de Mendoza? Que Crichton, a diferencia de Mendoza, no olvida la anécdota en la que está embarcando al lector, sabe que es igual de importarte su tesis que la historia. La una no subyace a la otra.

Pero voy a ser perverso y voy a obviar su observación sobre las novelas tesis y las tesis novelas. Lo voy a leer con otro espíritu y es el de la libre interpretación que tiene el lector. Se lo recuerdo porque es muy fácil caer en ello. Cuando usted interpela mi manera de leer la obra –las cartas- de Buda Blues, lamenta que coincida con el señor Alejandro Gaviria (¿?) y que no coincida con usted, armado de la lectura de una tesis. ¿Está usted queriendo avaluar mi proceso lector, Señor Rodríguez? Dejémoslo ahí.

En tercer lugar. Hablemos del recurso de las cartas. Mi generalización no es osada, proviene del marco referencial en el que me muevo, que no es el mismo de hace 10 o 20 o 30 años. No nos gusta eso pero que se le va a hacer. Veámoslo más a fondo.

Ambos personajes reconocen tener correos electrónicos. Ambos personajes los ignoran por completo y se envían sendas y largas y detalladas cartas en las que abundan el recuerdo preciso de diálogos y sucesos y temores y saberes y tesis, muchas tesis acerca de La Cosa (como me recuerda el término el bendito “Informe de Ciegos” de Sábato). Hasta ahí no hay problema. Uno puede creer que una persona ignore que el sistema de correos es tan frágil, falible y vulnerable como los correos electrónicos. Sí, Señor Rodríguez, las cartas son interceptables y le recuerdo que en nuestro país las autoridades no sienten el menor remordimiento a la hora de chuzar teléfonos. No sería nada para ellos interceptar una carta arguyendo el consabido argumento del terrorismo.

Sin embargo el problema no son las cartas, como usted ha interpretado, son los personajes que escriben las cartas y la manera en que lo hacen. Si descartamos lo que relatan y el lugar desde donde lo hacen, los personajes nos e diferencias. Es decir, sus voces son idénticas. Por eso afirmé en su momento que el juego de espejos no es creíble. Que se escriban cartas, vaya y venga, que sean casi tan largas como esta en la que le estoy dando respuesta, no es el problema. Los personajes no son creíbles, distancia al uno del otro el uso de la expresión coloquial, maestro. Poco más. Es allí dónde está el problema de las cartas.

No puedo evitar recordar esos primeros relatos de la ciencia ficción norteamericana que consistían engrandes monólogos de los personajes principales acerca de una cuestión cualquiera. Nunca importaba cómo eran, si tenían familia, si lo mangoneaba la mujer, importaba la discusión científica. Esos primeros relatos pertenecen a las primeras décadas del siglo 20. “Buda Blues” es escrita casi cien años después.

Hay una discusión final sobre la respuesta del lector ante una obra y es su gusto, independientemente en muchas ocasiones de los argumentos que pueda o no pueda tener, y lamento decirlo- lo lamento porque me gustaría que fuese diferente- pero “Buda Blues” no me gustó. Se quedó corta ante las infinitas posibilidades que ofrece. Quizás eso confirme otra cosa, la literatura no es el lugar para el panfleto en primer lugar sino para el relato. Considero que cualquier autor debe tener en cuenta eso en primer lugar, el discurso ideológico debe subyacer ante cualquier historia, no competir con ella.

Cordialmente,

Andor Graut.

martes, 2 de marzo de 2010

Uno de Bukowskii

Para Jane, con todo el amor que le tuve, que no fue suficiente




Recojo la falda,

recojo el rosario negro

que brilla,

eso que una vez

tocó su carne,

y llamo mentiroso a Dios

y afirmo que algo que se moviera

así

o que supiera mi nombre

no podía morir nunca

con esa certeza inamovible de la muerte.

y recojo su precioso vestido,

perdida toda su belleza,

y les hablo

a todos los dioses,

dioses judíos, dioses cristianos,

pedacitos de cosas brillantes,

ídolos, píldoras, pan,

comprensiones, riesgos,

renuncias conscientes,

ratas en la salsa de 2

que se han vuelto casi locos,

sin ninguna oportunidad,

conocimiento de colibrí,

oportunidad de colibrí,

me inclino sobre eso,

me apoyo en todo eso

y lo sé:

tengo su vestido en mi brazo

pero

nada

me la devolverá.

martes, 16 de febrero de 2010

Estado de miedo

Uno de los escritores más lucidos que he conocido (está bien, que he leído) es Michael Crichton, quien falleció el año pasado. Me acerqué a su obra por Jurassic Park (publicado por Círculo de lectores), una obra encantadora y divertida que me dejo con Un interés adicional, la teoría del caos. En Jurassic Crichton hace unas reflexiones bastante interesantes sobre las cosas que están en juego cuando hablamos de la estupidez humana y el desarrollo tecnológico al tiempo que califica de estúpida nuestra presunción al hablar de la destrucción de la tierra. Presunción y estúpida, aduce Crichton, porque la tierra podrá asumirlo y la vida siempre buscará la forma de continuar. El problema no es de la vida, es nuestro, porque al fin y al cabo a la única especie que le compete nuestro fin es a nosotros mismos.

Hablaba ayer con una amiga sobre el calentamiento global y no pude dejar de mencionar la última novela que había leído de Crichton, “Estado de Miedo”. En ella se ataca el ecoterrorismo (que no consiste en el ataque sistemático contra las sedes de los grupos ecológicos o de hábitats naturales) una forma extremista de hablar de los cambios ambientales y las incidencias del ser humano en dichos cambios con el fin de producir miedo sobre nuestra capacidad destructiva del medio ambiente. Miedo que se traduce en una mejor posibilidad de lograr control sobre nosotros.

Con una calma lucida, Crichton no sólo nos deja meternos en la piel de sus personajes mientras nos va soltando datos de estudios ambientales sino que con la minucia de un bibliotecario respalda todas sus afirmaciones con citas y referencias documentales reales que son la envidia de cualquier tesis doctoral.

Es curioso porque el fenómeno contra el cual se lanza en ristre Crichton es el calentamiento global, que no es un hecho sino una teoría. Digo curioso porque a partir de mi encuentro con el libro, he estado cada vez más pendiente de los términos que se usan en los noticieros al hablar del tema y resulta, ¡oh sorpresa!, que el termino está siendo cada vez menos utilizado en tanto que la expresión, cambio climático está cada vez más en boga.

Por supuesto en mi disputa no me fue tan bien. Después de descalificar los modelos climáticos actuales (tienen un alcance de más de cien años cuando el clima es impredecible más allá de una semana, con mucha suerte) se me dijo que no opinara de lo que no sabía (mi amiga es ingeniera ambiental). Curioso fin para una discusión en la que aparentemente todos estamos llamados a opinar, excepto cuando disentimos del estado de miedo.

lunes, 18 de enero de 2010

Buda Blues


Conocí a Mario Mendoza hace un par de años cuando hacía parte del Taller Literario “Écheme el Cuento”, suscrito a RENATA. A todos los integrantes del taller nos impresionó la claridad de sus ideas y su compromiso con el oficio de las letras que alcanzaba niveles de neurosis desconocidos para la mayoría. Para esa época yo acababa de leer “Satanás” para saber al menos que escribía. En aquellos tiempos de mi propia tierra sabía de unos cuantos y Mario Mendoza sólo era un ilustre desconocido. “Satanás” me caló por algunos hilos argumentales aunque lo detesté por la forma en que estaba escrito ya que parecía un guión de cine con diálogos pocos creíbles. Pero olvide todo eso cuando escuché la potencia de las palabras del autor, cuando nos habló de su vida, arte y zozobra. Fue entonces cuando nos habló del anarcoprimitivismo y la resistencia a un sistema atroz que busca aplastarnos a todos en sus tentáculos cruentos. Sus palabras florecieron en nuestras cabezas y todos nos empeñamos desde ese entonces a resistirnos a partir de las letras.


Dos años después, semanas más semanas menos, por fin llega a mis manos el libro que en ese entonces nos había anunciado, Buda Blues. Esperaba una conflagración, que el coctel molotov arrojado por el hombre de la caratula estallara en mis ojos y los abriera a nuevas ideas. Temía, debo admitirlo, que la novela dejará además sin piso una idea que he trabajado durante años sin poder darle forma del todo. Anarcoprimitovismo fue el concepto del que más nos había hablado Mendoza esa tarde y era el eje central de la novela. Uno puede esperar mundos a partir de ese concepto, que digo mundos, universos, dimensiones enteras. Buda Blues no resultó ser nada de eso. El fuego se apagó cuando Mendoza llevó las palabras al papel.

Buda Blues es el cruce de cartas entre dos personajes que se hallan en realidades distintas y que hablan de unos temas atroces que parecen no tocarlos a ellos a pesar que ellos mismos afirmen una y otra vez al lector que sí, que están jodidos y frustrados y traumados. Los personajes dicen cometer actos terribles y se quejan y se lamentan pero ante el lector nada de esto es creíble, entre otras cosas porque Mendoza no narra, resume. Uno se encuentra ante unas ideas magnificas que son dejadas de lado, a duras penas mencionadas. Mendoza habla de una organización gigantesca que ayudó a Pablo Escobar a escarpar de la cárcel. Pero uno no ve a Escobar ni sus peripecias ni sus transformaciones ni sus búsquedas insensatas. Se puede alegar que la novela no se trata de Escobar. Claro que no, pero que novela se puede construir a partir de Escobar como personaje secundario, esbirro de una trama que se le escapa de las manos. Que novela se le escapó a Mendoza de las manos porque quienes nos narran están más interesados en filosofar antes que en narrar. De hecho nadie se come el cuento que se trata de un cruce de carta. A nadie convence el subterfugio ni el cruce de espejos. Buda Blues termina siendo una mala imagen de lo que esa tarde nos prometió Mendoza, ante todo porque se trató de lo mismo que nos dijo el autor, un ensayo disfrazado de novela que no se termina de convencer a sí misma.

Mencioné antes que tuve temor ante el libro de Mendoza porque trabajo hace mucho tiempo en una novela con el mismo sustrato. Una de las razones por las que nunca he podido cruzar la página 80 sin eliminar el documento es porque mis personajes resultan ser planos, buenos muy buenos, estereotipos de héroes de televisión. Sólo soy un novato en esto. Mendoza no y sus personajes tienen ese defecto, son buenos buenotes, rodeados de buenos buenotes, rodeados de mal por toda parte pero el autor insiste en justificarlos y redimirlos.

Lástima, Buda Blues se quedó siendo tan sólo el resumen de una idea magnífica.