sábado, 22 de junio de 2019

OVILLO



Como en toda historia de amor estudiantil, se separaron apenas terminaron sus estudios. Ella se fue a estudiar a Europa, él se fue de intercambio a Estados Unidos. Ella encontró un artista en Montmartre con quién vivió un par de años acompañados de botellas de vino y muchas crepes, engordó un poco y se sintió horrible cuando lo encontró con otra en la cama en la que habían dormido y proyectado su futuro, pensado en dos gatos y un perro. Quizás un niño.  Él encontró a la que pensó el amor de su vida. La historia fue muy graciosa, al menos para ellos, porque ella lo atropelló con su bicicleta cuando él salía del MOMA, y luego se sintió tan mal que cuidó de él mientras tuvo el yeso y luego un poco más, hasta que sin darse cuenta terminaron viviendo juntos.  Sin embargo, la relación se terminó porque él volvió a su país natal tras la muerte de su padre.

Ella encontró después de un tiempo a un pelirrojo precioso, con quien planeó tener niños, y cuando las cosas no se dieron decidió dedicarse a su carrera dejando el amor como una asignatura pendiente. Él se casó con una marroquí, pero cuando ella no pudo superar el hecho de que no podía tener bebés juntos se separaron de mutuo acuerdo y una nostalgia enorme en sus corazones, pero incapaces de seguir adelante.  
Se encontraron una noche, pasados los cuarenta. Ambos tenían sendas arrugas en el rostro. Él salía borracho de un bar, ella estaba paseando su perro cuando se miraron a los ojos. Ella lo empujó y lo salvó de que lo atropellara un carro. Retomaron su romance poco a poco. En verdad se reconocieron solo después de un par de semanas. El suyo fue esta vez un amor otoñal, lleno de reencuentros y tristezas, de una pasión reposada, de un futuro a manos llenas. Al fin y al cabo, el amor se tomó su tiempo, pero como siempre terminó dando con ellos. Justo como deben ser las cosas.

sábado, 15 de junio de 2019

EL FIN DEL COLEGIO



Cuando el colegio explotó todos lo celebramos. Era el fin de la opresión, el fin de todos nuestros miedos. Ya no habrían más profesores que nos dijeran qué hacer, ni nuestros padres tendrían donde abandonarnos mientras ellos trabajaban. Para mí significaba no tener que volver a encontrarme con las malditas que se burlaban de mi por todo y que me perseguían hasta el baño para reírse de mis uñas, mi cabello, mi nariz o la altura de mi falda. Para Juan significó que no lo jodieran más, que lo dejaran hacer nada en paz. Luego nos dimos cuenta de qué había pasado. Luego comenzaron a sonar las alarmas de bombardeos.

Para Juan significó tomar las armas. Le tocó llevar su propia espada y decirle adiós a los suyos desde la ventana trasera de un viejo autobús, irónicamente, escolar. Para mí no significó mucho más, la verdad, porque las malditas nunca abandonaron la idea de perseguirme, no descansaron hasta dejarme tirada en una zanja: sin uñas, sin cabello, sin falda.

sábado, 8 de junio de 2019

PRIMER AMOR



Se trataba del amor. Maldita sea, se trataba del amor. Se lo habían advertido y había pensado que todo era un juego que ya conocía: unos besos, unos abrazos, una tarde en el cine, las caricias, quizás un par de tragos, nada comprometedor; solo pasarla bien. Ningún compromiso, nadie hablaba de más entonces en el colegio, nadie lo ponía en duda, ni siquiera él mismo. Se empezaba y se terminaba con igual facilidad. Ahora, sin embargo, sentía que las cosas no funcionaban así, que no podían funcionar así.

Todo había empezado en el partido hacía ocho días cuando él le había tirado la pelota con esa mirada que le era tan propia, y luego en la mitad del juego cuando le había dado un nalgazo, así sin razón alguna. Luego, sin saber cómo ni porqué se habían besado y desde entonces se llevaban buscando y evadiendo, sin saber qué hacer. Así que  ahí, en medio de la noche, con una cerveza en la mano finalmente se armó de valor y marcó su número telefónico. El resto es historia, como en los cuentos de hadas.