sábado, 25 de abril de 2020

FRACASO



Fue el primero y también el último, aunque eso no lo sabía.

El cohete aterrizó en Marte a última hora de la mañana y el astronauta salió a tomar muestras de acuerdo al protocolo.  Trabajó sin pausa ni descanso. Los ojos en el suelo, dedicado a aprovechar lo máximo posible su estancia en el Planeta Rojo. Cuando el sol ya se estaba ocultando le pareció percibir por un momento, un movimiento como un batir de cola, y luego el sonido como de garras golpeando las piedras a media marcha. Por supuesto, al voltear a ver sólo vio las sombras de las rocas que se alargaban hacia él. Estaba más agotado de lo que pensaba. Se sentó y vio a lo lejos el punto titilante que era la tierra allá a lo lejos. 

Entonces sucedió. Algo se arrojó contra él. Algo que era todo pelos y garras, y, curiosamente lengua. Pudo sentirla a través del casco, como si este no existiera. Cuando pudo abrir los ojos se encontró con Tobías, su perro de la niñez. Un Bull Terrier alegre y enormemente juguetón. Sin poder reponerse del asombro escuchó pasos a su espalda y pudo ver entonces a su abuela, a sus padres y su esposa. Una sonrisa de alegría cruzó su rostro y corrió a abrazarlos. 

Oficialmente se consideró la misión como un fracaso. Nunca supieron los reencuentros que se habían perdido.

sábado, 18 de abril de 2020

CASTILLO



     Se encerró en su castillo como el príncipe Próspero en su palacio. Pero en lugar de habitarlo con todos sus súbditos para una última e infame orgía, él decidió habitar cada cuadro con sus recuerdos. Afuera la raza humana decaía y se iba agostando poco a poco, sin sufrimiento, pero también sin esperanza alguna. A él ya no le podría importar menos el futuro. Descendida Leonora al sepulcro, sólo le quedó rememorarla. Día tras día y noche tras noche se sumergía en sus recuerdos. Afuera, el mundo se resistía. Sin esperanza, pero resistía. La humanidad no sabía ser de otra forma.

     Él se desliaba solitario en el laberinto de pasillos y escaleras de su castillo; sumergiéndose en las botellas de vino de su cava y declamando poemas antiguos. ¿Acaso no era su risa la que provenía del comedor?, ¿acaso no era ella con el vestido rojo a que atravesaba el pesillo del fondo?, ¿no se oía cómo se iba llenando lentamente la tina? 

     Leonora había amado la humanidad, y por intermedio de ella, él había sentido lo mismo. Afuera ya no estaba la sonrisa de Leonora, sólo la gente que ya sólo moría sin exhalar un quejido, sólo caía, como disculpándose por importunar sus pensamientos. Alguna vez él había sido un científico. Tal vez, podría recordar cómo serlo. Así que se puso en ello, con la misma ferocidad que se puso al lado de Leonora para cuidarla en su enfermedad. ¿No decían esos sus votos?, ¿en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte…?

     Se afanó. El tiempo que antes gastaba en beber y en recordar, lo gastaba ahora en probar anticuerpos y cadenas virales y burlando las contraseñas del ARN. Finalmente descubrió, no solo la cura contra la enfermedad, si no contra toda enfermedad. La probó en sí mismo y salió del castillo a buscar personas, cualquier persona para compartir su cura. 

     No hubo nadie, por supuesto.

sábado, 11 de abril de 2020

SÁBADO SANTO



EL momento es simbólico, por supuesto, pero existe. Conmemora un acontecimiento que para los creyentes es real. Un momento temible, de absoluta soledad.  Durante una jornada entera dios abandona la tierra. El hijo muere y abandona la tierra, y como el padre y el hijo son solo uno, la tierra queda sola. Escucha por un momento el silencio allá en el Gólgota, allá donde el dios se hizo humano y falleció. Hay dolor, enorme dolor, pero sobre todo abandono y temor. El hombre quedó solo. Para el creyente es un dolor profundo, se recoge en sí mismo, se aísla. Es un apocalipsis en toda regla, el abandono de su creador. Al día siguiente cristo resucitará, pero en este momento, por una jornada entera, ningún dios vela por este planeta azul y es el tiempo del hombre, solo del hombre, sin ángeles que vigilen si cumplen o no con las prohibiciones o los mandatos; el mundo celestial está atento a la jornada del dios que muere y renace. En ese momento, solo en ese momento, es el tiempo completo, absoluto del hombre. ¿Qué harás tu?