domingo, 28 de noviembre de 2021

LO ÚNICO QUE DESEABA...

 


     Lo único que deseaba era descansar.

     Librada ya la última batalla, retomado el reino, alcanzada la cumbre, lo único que deseaba era descansar. Sin embargo, se le hacía difícil. Una vez el reino fue puesto a salvo tocaba reconstruirlo, disponer qué hacer con los cuerpos de los vencidos, redistribuir el dinero del tesoro para que todas las zonas alcanzaran el mismo grado de bienestar; impartir justicia.

     Lo único que deseaba era descansar.

     Pensó en abandonarlo todo, en abdicar, pero eso hubiera echado por tierra todo por lo que él y los suyos habían luchado. Eso no quitaba que los días se le hicieran más difíciles y las exigencias sobre él aumentaran. Anhelaba, como mucho, un día que no tuviera que levantarse cuando los gallos cantaran, un día que pudiera estar solo después del atardecer.

     Lo único que deseaba era descansar.   

     Así se le fue la vida. No pudo anticipar que la muerte también tenía su propia burocracia.

 

                                 Andor Graut

sábado, 27 de noviembre de 2021

LA ÚLTIMA VI

 


LA ÚLTIMA

VI

 

     Solo era una mujer con su hijo.  La viuda de Atón. El hijo de Atón.

     Las historias hablan de una mujer que camina con su hijo a la vera del camino en la ciudad a altas horas de la noche y de alguien que la lleva. La mujer se monta al carro. No dice a donde va. Quien la recoge pregunta una, dos, tres veces, el lugar de destino. Piensa que la mujer ha sufrido algo terrible. Se ve macilenta, se ve demacrada. Así que el carro queda en silencio unos cinco o diez minutos.  La pregunta se vuelve a hacer y la mujer sigue sin responder. Tal vez disfruta por un momento el poder descansar. Tal vez duerme con los ojos abiertos. Quien la ha recogido decide llevarla a la estación de policía más cercana. Comienza a lamentar el hecho de haberse portado correctamente. Fuera de la estación hay carros con los faros de emergencia encendidos. Rojo, azul, rojo, azul, rojo, azul. La mujer sonríe. Luego viene la matanza.  

     Durante generaciones la historia se ha repetido, y quien quiere indagar en ella descubre, aterrado, con torpe nerviosismo que años atrás hubo una serie de ataques a varias estaciones de policía en dirección este – oeste. Una sola noche en que las autoridades no supieron bien como reaccionar, y cuando lo hicieron ya era tarde. Los ataques se terminaron. Los atacantes se desvanecieron. Las historias quedaron.

     Quienes investigan más a fondo se enteran de que las estaciones que reportaron ataques fueron solo cinco o seis, y por lo general se trataron de edificios con escaso personal; que no ocurrió en una sola noche y que no se reportó ninguna muerte.

     Yo solo pienso que fue así como Narya abandonó Kalí.

                                

domingo, 21 de noviembre de 2021

CUADRO DE COSTUMBRES

 



CUADRO DE COSTUMBRES

 

    La patita peluda se extendió con delicadeza hasta el salero al borde de la mesa. Comenzó a dar pequeños golpecitos al salero, mientras miraba al frente con aire desinteresado. Esa no era su pata, no. Le era algo por completo ajeno. La pata se estiró un poco más, y zaz, el salero estalló en toda su gloria, dejando en el piso un reguero de sal y de granos de maíz en todo el comedor. Por supuesto, en cuanto el saleró cayó con todo su estruendo, el gato se sorprendió y se lanzó en una carrera frenética que lo llevó a chocar de lleno con el culo de Matías, el perro, quien llevaba media hora babeando por el chorizo que colgaba del poyo de la cocina. Sorprendido, a su vez, Matías saltó y, aprovechando la situación, se llevó en la boca lo que el creía que era un solo chorizo, pero que en realidad era el primero de una ristra de ocho.

 

 

 

    

 

    Cuando Matías quiso darse cuenta de la magnitud de lo sucedido ya era tarde. Detrás de él había una fila de chorizos enfurecidos que clamaban venganza, y a los chorizos se unió una pandilla de perros callejeros que pretendían cobrar lo suyo.

    Así vio la escena Paco, el dueño de Matías, que estaba en la tienda comprando arepas sin sal para acompañar su desayuno. Así que cuando vio correr a su perro despavorido como alma que llevaba el diablo, se lanzó detrás de la jauría liderada, en apariencia, por Matías. La carrera vino a detenerse 500 metros después cuando llegaron todos al borde del río y Matías no tenía forma de coger a derecha o izquierda. Detrás de él estaba el fin del mundo y delante de él la muerte por ahogamiento (ya esta claro a ssta altura que Matías es más bien cobarde). Paco, que llega dos segundos después no puede más que largarse a reir, sonido que espanta a los perros que salen corriendo por donde vinieron, mientras uno que otro pesca una o dos de la docena de arepas que había comprado, y que ahora se han ido rodando por el piso.

     Por supuesto, Matías lo miró con cara avergonzada mientras terminaba de masticarse el último de los chorizos y esperando resignado su castigo.

 

 

     Cosas así pasan en mi pueblo, don el mundo se mueve lento y a su ritmo. Mientras tanto veo como una patita peluda comienza a extenderse con delicadeza hacia el salero que está al borde de la mesa.

 

                                             Andor Graut

ABANDONAD, LOS QUE ENTRÉIS, TODA ESPERANZA

 

 


ABANDONAD, LOS QUE ENTRÉIS, TODA ESPERANZA

Lo primero que vio Tomás al asomarse a la ventana fue el cuerpo del hombre colgando en la construcción del frente. Era un hombre moreno y bajo al que había visto multitud de veces a lo largo de los años mientras bramaba órdenes o cargaba bultos. No le era un hombre indiferente. Era un hombre al que odiaba.

El hombre no había hecho nada para ser odiado a ciencia cierta. Él y su cuadrilla de trabajadores parecían ser todo lo eficientes y capaces en el mundo de la construcción. Con la puntualidad de un reloj suizo comenzaban sus labores a las 8:00 de la mañana, deteniéndose para comer a las 9:00 y al mediodía. Se iban a las 4:00. Así, día tras día. Semana a semana. Año a tras año. Aquí estaba el problema en sí. La maldita construcción llevaba siete años seguidos y parecía que no iba a acabar nunca. Para ser sincero, la construcción parecía no avanzar de ninguna manera. Un muro terminado de levantar un día era destruido con completa impiedad dos semanas después para volver a ser levantado. Unas ventanas emplazadas en el día desaparecían en la noche para volver a ser requeridas. Así una y otra vez, así con todo.

Solo la muerte podía detener aquella locura. Así que Tomás tomó cartas en el asunto. Se deslizó a las 4:00 de la tarde. Esperó al constructor. Lo atrajo a una conversación banal. Lo separó de los suyos y lo mató. Se encargó de no dejar evidencias y lo colgó del cable verde de la electricidad.  

Sonrió de nuevo al ver el cuerpo colgado en la construcción del frente. Parpadeó. El cuerpo ya no estaba. Comenzaron a llegar los empleados de la construcción como siempre, como venía sucediendo desde hace más de dos millones de años.               

  

sábado, 20 de noviembre de 2021

LA ÚLTIMA V

 


LA ÚLTIMA

V

 

     Volvió a Kalí, porque no sabía donde más volver. No porque lo quisiera especialmente. De hecho, volvió porque le quedaba de paso para cualquier otro lugar. Kalí, ya lo hemos visto no era una ciudad amable, pero, a decir verdad, en estos tiempos olvidados de Eyanael, ninguna ciudad es amable, ninguna parte del planeta ofrece verdaderas esperanzas. Narya y su hijo sin nombre atravesaron algunas ZVC sin que nadie intentara impedir su camino. Lo que aparecía ante ellos era una criatura inamovible con un propósito firme. A decir verdad, el único propósito que la animaba era la mera supervivencia. No había más. El desierto la había despojado de todo, y a su hijo solo le había dado unas pocas palabras, el conocimiento de su padre y una habilidad casi sobrenatural para pervivir con lo mínimo.

     Pronto atravesaron Kalí por su parte más amplia. Como ya hemos mencionado, atravesar la ZVC fue sencillo, acostumbrados como estaban a hacer y dejar hacer, los habitantes de los cinturones de miseria no se metieron con quienes parecían no tener nada de que ser despojados. Además, había fuego en esas miradas. Eso dicen los que les vieron. Eso dicen, los que supieron escuchar. A su paso hubo una suerte de desfile de curiosos, de tejedores de historias.  

     Las dificultades comenzaron al salir de las ZVC. Una patrulla solitaria pretendió cortarles el paso. Les hicieron una señal de alto. Narya y su hijo sin nombre se detuvieron. Los policías gritaron algo acerca de documentos, de permisos, de identificaciones. Se envalentonaron ante el silencio y pretendieron tocarla. La criatura salvaje que hasta el momento le cogía de la mano la soltó y con una velocidad pasmosa se abalanzó sobre el más grande de los policías, le arrancó la garganta, y antes de que el otro supiera siquiera que estaba pasando y pudiera tomar su arma, ya esta no estaba y un estampido rompió el silencio de la noche.

     Fue el primero de los truenos. Luego cayó la tormenta.

sábado, 13 de noviembre de 2021

LA ÚLTIMA IV

 


LA ÚLTIMA

IV

      Una leyenda de las ZVC dice que una mujer se adentró en el desierto 40 días con sus noches y que de él regresó con un niño ya crecido. Nadie los pudo separar y su destino era dar orden al caos. Como toda leyenda, tuvo una base real.

     Narya se adentró en el desierto para morir sola. No había esperanza en ella. No había amigos, no había tribu que la acogiera, ni una familia que la despreciara. No tenía fuerzas, tampoco, para reclamar un lugar que había sido para su amor.

     Dicen las leyendas también, que Atón era hijo de Eyanael, y por eso pudo hacer todo lo que hizo, llegando a amenazar la obra de su padre. Tal vez por eso Eyanael no podía dejar que el hijo de Atón se perdiera. Leyenda o no, lo que sucedió fue lo siguiente. Al tercer día de su caminata, hambrienta y desesperada, Narya dio con una suerte de madriguera en la que se internó para escapar del sol. Se había sostenido a partir de algunos nopales raquíticos. Sin embargo, lo que encontró fue que la madriguera estaba habitada. Durante horas, debilitada, fue consciente de que algo estaba ahí con ella, algo que podría atacarla en cualquier momento. Sin embargo, estaba tan débil que no pudo moverse. Al llegar la noche la presencia comenzó a moverse.

     Se trataba de un eremita sin nombre, sin ninguna idea del trato social ni del lenguaje. Durante los años subsiguientes, Narya aprendería de él el arte de la verdadera supervivencia. Fue asistida por él en el nacimiento de su hijo, y también fue cuidada y alimentada hasta que pudo volver a ponerse en pie. El eremita no era amable, pero durante cuatro largos años fue todo lo que tuvo, hasta que una mañana cualquiera simplemente no volvió a moverse. No había dado muestras de enfermedad o molestia alguna, simplemente fue como una máquina que se detuvo.

     Después de la muerte del eremita, Narya volvió a Kalí.

                                               Andor Graut