domingo, 21 de noviembre de 2021

CUADRO DE COSTUMBRES

 



CUADRO DE COSTUMBRES

 

    La patita peluda se extendió con delicadeza hasta el salero al borde de la mesa. Comenzó a dar pequeños golpecitos al salero, mientras miraba al frente con aire desinteresado. Esa no era su pata, no. Le era algo por completo ajeno. La pata se estiró un poco más, y zaz, el salero estalló en toda su gloria, dejando en el piso un reguero de sal y de granos de maíz en todo el comedor. Por supuesto, en cuanto el saleró cayó con todo su estruendo, el gato se sorprendió y se lanzó en una carrera frenética que lo llevó a chocar de lleno con el culo de Matías, el perro, quien llevaba media hora babeando por el chorizo que colgaba del poyo de la cocina. Sorprendido, a su vez, Matías saltó y, aprovechando la situación, se llevó en la boca lo que el creía que era un solo chorizo, pero que en realidad era el primero de una ristra de ocho.

 

 

 

    

 

    Cuando Matías quiso darse cuenta de la magnitud de lo sucedido ya era tarde. Detrás de él había una fila de chorizos enfurecidos que clamaban venganza, y a los chorizos se unió una pandilla de perros callejeros que pretendían cobrar lo suyo.

    Así vio la escena Paco, el dueño de Matías, que estaba en la tienda comprando arepas sin sal para acompañar su desayuno. Así que cuando vio correr a su perro despavorido como alma que llevaba el diablo, se lanzó detrás de la jauría liderada, en apariencia, por Matías. La carrera vino a detenerse 500 metros después cuando llegaron todos al borde del río y Matías no tenía forma de coger a derecha o izquierda. Detrás de él estaba el fin del mundo y delante de él la muerte por ahogamiento (ya esta claro a ssta altura que Matías es más bien cobarde). Paco, que llega dos segundos después no puede más que largarse a reir, sonido que espanta a los perros que salen corriendo por donde vinieron, mientras uno que otro pesca una o dos de la docena de arepas que había comprado, y que ahora se han ido rodando por el piso.

     Por supuesto, Matías lo miró con cara avergonzada mientras terminaba de masticarse el último de los chorizos y esperando resignado su castigo.

 

 

     Cosas así pasan en mi pueblo, don el mundo se mueve lento y a su ritmo. Mientras tanto veo como una patita peluda comienza a extenderse con delicadeza hacia el salero que está al borde de la mesa.

 

                                             Andor Graut

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