sábado, 23 de mayo de 2020

EL FIN



CUANDO se acabó el fin del mundo ellos se mantuvieron juntos en el castillo de las montañas. Juntos aprendieron nuevas cosas y sonrieron ante todo lo que les quedaba, todo el amor y la amistad y la esperanza. Se entrenaban juntos a sabiendas de que los dragones vendrían por ellos en algún momento, a sabiendas que lo que tendrían no sería para siempre. Sin embargo, se prepararon lo mejor que pudieron, mientras afuera la oscuridad era cada vez más densa y engendraba criaturas cada vez más feroces, criaturas para las que ni siquiera tenían nombres. 

Por supuesto, tenía que haber un momento para la despedida, tenía que haber un momento para que fueran a conquistar de nuevo la Tierra, mientras los más pequeños se quedaban y seguían su entrenamiento, su preparación. Así que el más viejo de ellos vio partir a sus amigos y a su amada y se quedó con los más pequeños, allá en el castillo de las montañas. Les dio su bendición, mientras secretamente esperaba que ninguno de ellos cayera enfrentando a los dragones, a sabiendas de que su esperanza era vana. 

Ellos se alejaron, entonces, en la madrugada del tercer día, con las sonrisas encendiéndoles los rostros y cuando fueron un punto indistinguible a lo lejos, el más viejo, el que había decidido quedarse, reunió un grupo de chicos, les invitó a tomar las espadas diciéndoles lo primero que le habían dicho hace mucho tiempo: Recuerden tener la punta lo más cerca posible de su adversario.

sábado, 16 de mayo de 2020

BICHOS


     Una era normal. Lo esperado. Dos eran molestas, pero tolerables. Sin embargo, la cosa comenzó a sorprenderle cuando encontró tres revoloteando por ahí. Ya tenía suficiente con los zancudos como para ahora tener que aguantarse a las moscas. Cuando fueron cuatro, que se negaban a irse por más que se les hablar con delicadeza y se les abrieran las puertas y ventanas, la cosa se puso bastante molesta. Había que hacer maromas para cocinar el almuerzo sin que los bichos horribles se pararan sobre la comida. Entonces hubo que recurrir al veneno. Se descubrió horas enteras esperando que una de ellas se posara en alguna parte para rosearla con Raid, y luego verla con un placer perverso como se iba debilitando, caminando más lentamente para morir. Pero entonces fueron cinco. No supo cómo, pero eran exactamente cinco. Ni una más ni una menos. Mataba a una e ingresaba otra. Estalló la guerra. Se puso la máscara de gas e hizo estallar granadas de insecticida por toda la casa. Colgó de hilos rojos los cuerpos de las moscas caídas en los ventanales como advertencia. Medio intoxicado venció. Abrió puertas y ventanas para dejar salir el veneno. Entonces notó que entraba una hormiga a la casa.

sábado, 2 de mayo de 2020

POSPANDEMIA



Las cosas comenzaban a retornar a la normalidad. Se imponían unas cuantas medidas sanitarias como el uso de mascarillas y la desinfección constante. Era lo mínimo, por supuesto; pero ya se olía la fragancia de la vida cotidiana. No habría cine como antes, pero estaba ya el autocine; no estarían las discotecas, pero al menos se podría reunir con sus amigos. Y sobres todo estaba él, al fin podría verle, sentirle, volverle a tener en sus brazos. 

Carlos solo podía escuchar a Laura mientras le hablaba sobre el mundo pospandemia y como volverían a retomar su relación, que había sido llevada tan bien a través de Zoom. Solo había un problema, pensó, cuando colgó la videollamada. Se sentía tan bien entre las cuatro paredes de su cuarto, había logrado un nicho social tan bien construido, incluso se había conseguido otra novia por Facebook -lo que nunca había pensado en el mundo de antes-. Así que ahora lo que le aterraba era regresar.