La
escuchó en la gris mañana citadina. Escuchó su canto en el corazón de la ciudad,
y su corazón se estrujó de miedo y de dolor. A su alrededor las personas se
encogían de temor y de sorpresa, al igual que él buscaban el origen del canto.
Al menos eso sucedió hasta que vieron como los edificios se comenzaron a
derrumbar en el horizonte. Entonces comenzó la estampida humana. Cien personas;
no, mil personas; no, un millón de personas corriendo todas en la misma
dirección, huyendo del desastre. Un millón de personas empujándose,
pisoteándose, arrastrándose, quebrando huesos a su paso, pasando por encima de
piel y órganos vitales en su frenética búsqueda de escape. Un millón de
personas; no, miles de personas; no, algunos centenares de personas,
convertidas en un solo grito inarticulado, llenas de terror, mientras la ciudad
se derrumbaba tras ellas quedando convertida en un montón de escombros, en un
esqueleto de hormigón y varillas metálicas. Y por encima de todo ello estaba el
canto. Mientras todos se habían arrastrado, empujado y destrozado entre sí;
mientras todos habían buscado escapar; él, como un niño antiguo, seguía
buscando el origen del canto, hasta que vio a la ballena inmensa eclipsar el
sol y mirarlo directamente con sus ojos sabios. No escapó, ¿cómo podría
escapar? Lleno de regocijo recordó las antiguas historias, se hizo a un costado
de la ballena, tomó su aleta y caminó junto a ella reclamando su lugar en la
Tierra.
viernes, 31 de mayo de 2019
viernes, 24 de mayo de 2019
CRECER
Creció y se
dio cuenta que la vida no era lo que pensaba. Se hastió de la rumbas y de los
amantes ocasionales que le dejaban el cuarto oliendo a cigarrillo y licor. Se
despertó entonces una noche a los treinta años dándose cuenta que su vida no
tenía sentido alguno, a pesar de los millones y los autos y los perros y los
yates y los viajes; se dio cuenta que estaba completamente solo y abandonado,
principalmente por él mismo. Comprendió que se había traicionado. Comprendió
que sus decisiones eran irremediables. Así, en medio de la noche, una
oscuridad, un silencio insólito en medio de la noche, recordó una mirada, la mirada
de alguien que le amó había tanto tiempo, con un amor tan profundo que podía
doler cuando había deseado comerse el mundo a grandes bocados como un niño
gordo comiéndose un pastel. ¿Qué sería de quien había esbozado esa mirada? Se
sirvió un trago doble de la botella a su lado, luego otro y otro más, hasta de
que tanto que le temblaban las manos sólo pudo derramarlo. Se dirigió a la
ventana de su penthouse, adelantó su pie en el vacío y escuchó que alguien
tocaba a la puerta…
sábado, 18 de mayo de 2019
HÉROE
Se quitó el
casco, lo depositó a un lado. Luego se quitó el traje, quedándose tan sólo con
unos pantalones y una camiseta ceñida. Maldijo el calor y apretó con fuerza la pistola láser en su mano. Redujo su
respiración para que ni siquiera ella lo distrajera de cualquier sonido que
pudiera venir de la selva, de cualquier punto de la selva que lo rodeaba.
El primer
ataque vino desde arriba. La bestia lanzó sus tentáculos sobre él y a duras
penas pudo esquivarlos. En respuesta disparó y cegó un ojo y cortó un tentáculo
verdoso que cayó justo a su lado derramando un líquido azulado y apestoso. El
segundo ataque provino de su espalda y se limitó tan sólo al lanzamiento de una
roca que lo tiró de bruces contra el suelo y lo obligó a soltar su arma. Luego,
la bestia mutilada y furiosa cargó de frente contra él. Toda tentáculos, plumas
y pico. Aprovechó la baba de los tentáculos para escaparse y volver a tierra una
vez la bestia lo hubo alzado, entonces recuperó su arma y disparó todas las
veces que consideró necesarias hasta dar muerte a su adversario, hasta que de
él sólo quedó una masa carbonizada y la selva, el mundo, a su alrededor se
redujo al silencio.
Se sentó
contra un árbol y esperó con paciencia. Siete años después, una nave de
salvamento encontró su cuerpo momificado, con el arma a un lado y los ojos
cerrados. Sus labios sonrientes, como si hubiera podido morir en paz. Su nombre
fue tallado en mármol en la Historia, pues él solo había permitido que la raza
humana tuviera un nuevo planeta en el que pudiera vivir.
sábado, 11 de mayo de 2019
JUGUEMOS A LA SOMBRA
Despertó
con los ojos hinchados de tanto llorar. Entonces lo recordó todo. Cuando entró
al bar, cuando la vio en la barra, y justo entonces cuando el hombre entró, se
le acercó y la besó en los labios. Justo como lo había hecho con él por vez
primera esa misma tarde. Se había ido del bar directamente a casa, se había
encerrado en su cuarto sin importar las preguntas de sus padres, y había
llorado hasta que se había quedado dormido. No fue al colegio, por supuesto. No
sabía siquiera cómo mirarla a los ojos. Sentía que su vida había acabado.
Le entró un
mensaje de ella, preguntándole cómo estaba. La dejo en visto. Se sintió entonces
invencible. Una hora después ella insistió preguntándole lo mismo. La dejó en
visto una vez más, mientras por dentro pensaba en todo lo que quería decirle al
tiempo que miraba su Instagram. Entonces, justo cuando su mente se había puesto
muy creativa y particularmente malévola con los insultos, encontró unas imágenes
extrañas. Ella al atardecer con un grupo de amigos, donde todos proyectaban una
larga sombra, excepto ella. Más abajo, encontró una de ella, muy niña, donde
parecía buscar algo en sus talones, algo que no estaba. Recordó entonces cosas
extrañas, conversaciones en el colegio donde sentía que algo le espiaba, o al
entrar al baño que una sombra le seguía. Una sombra. Le recorrió un escalofrío cuando
entró un nuevo mensaje de ella. Una
línea breve línea: ven rápido, ella va por ti.
La
investigación no llegó a nada concluyente. La policía no pudo levantar cargos
sobre ella. Los padres de él aún esperan sur egreso.
sábado, 4 de mayo de 2019
PÁJAROS
Terminó tomándose una botella. No recordaba
hacía cuanto no bebía tanto. Pronto el mundo se desdibujó ante él. Luego recordaría
voces fugaces con él, risas que no eran las de su esposa, alguien hurgándole en
los bolsillos, la sensación de líquido caliente corriéndole entre las piernas.
Luego, de quién sabe cuánto tiempo, abrió los ojos y descubrió una nueva perspectiva
de la calle. Muy cerca de su párpado derecho había una colilla aún humeante.
Intentó pararse sin éxito alguno, hasta que vio
un pájaro que se acercaba presuroso. El chiste pertenecía a su esposa – todo lo
bueno en su vida pertenecía a ella-. Les llamaba pájaros a todas aquellas
criaturas del Señor a las que no podía calificar como hombre o como mujer.
Ahora el mundo estaba mucho más lleno de pájaros que cuando él había nacido,
por allá en el lejano inicio del siglo. No sintió miedo cuando el pájaro, plumas y
colores por todas partes, le cogió la mano, ni siquiera cuando lo levantó y
acercó mucho su rostro a él. Le costó mucho tiempo entender que el pájaro le
preguntaba dónde vivía. Le costó mucho más tiempo recordar cómo articular
palabras para responderle. No le costó nada recordar que no había nadie
preocupado por su ausencia.
Cuando despertó, el sol se hallaba ya en
medio del cielo, un vaso con agua y una aspirina estaban sobre su mesa de
noche. Le costó mucho tiempo entender por qué había un montón de plumas en la
alfombra.
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