Creció y se
dio cuenta que la vida no era lo que pensaba. Se hastió de la rumbas y de los
amantes ocasionales que le dejaban el cuarto oliendo a cigarrillo y licor. Se
despertó entonces una noche a los treinta años dándose cuenta que su vida no
tenía sentido alguno, a pesar de los millones y los autos y los perros y los
yates y los viajes; se dio cuenta que estaba completamente solo y abandonado,
principalmente por él mismo. Comprendió que se había traicionado. Comprendió
que sus decisiones eran irremediables. Así, en medio de la noche, una
oscuridad, un silencio insólito en medio de la noche, recordó una mirada, la mirada
de alguien que le amó había tanto tiempo, con un amor tan profundo que podía
doler cuando había deseado comerse el mundo a grandes bocados como un niño
gordo comiéndose un pastel. ¿Qué sería de quien había esbozado esa mirada? Se
sirvió un trago doble de la botella a su lado, luego otro y otro más, hasta de
que tanto que le temblaban las manos sólo pudo derramarlo. Se dirigió a la
ventana de su penthouse, adelantó su pie en el vacío y escuchó que alguien
tocaba a la puerta…
viernes, 24 de mayo de 2019
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