Se quitó el
casco, lo depositó a un lado. Luego se quitó el traje, quedándose tan sólo con
unos pantalones y una camiseta ceñida. Maldijo el calor y apretó con fuerza la pistola láser en su mano. Redujo su
respiración para que ni siquiera ella lo distrajera de cualquier sonido que
pudiera venir de la selva, de cualquier punto de la selva que lo rodeaba.
El primer
ataque vino desde arriba. La bestia lanzó sus tentáculos sobre él y a duras
penas pudo esquivarlos. En respuesta disparó y cegó un ojo y cortó un tentáculo
verdoso que cayó justo a su lado derramando un líquido azulado y apestoso. El
segundo ataque provino de su espalda y se limitó tan sólo al lanzamiento de una
roca que lo tiró de bruces contra el suelo y lo obligó a soltar su arma. Luego,
la bestia mutilada y furiosa cargó de frente contra él. Toda tentáculos, plumas
y pico. Aprovechó la baba de los tentáculos para escaparse y volver a tierra una
vez la bestia lo hubo alzado, entonces recuperó su arma y disparó todas las
veces que consideró necesarias hasta dar muerte a su adversario, hasta que de
él sólo quedó una masa carbonizada y la selva, el mundo, a su alrededor se
redujo al silencio.
Se sentó
contra un árbol y esperó con paciencia. Siete años después, una nave de
salvamento encontró su cuerpo momificado, con el arma a un lado y los ojos
cerrados. Sus labios sonrientes, como si hubiera podido morir en paz. Su nombre
fue tallado en mármol en la Historia, pues él solo había permitido que la raza
humana tuviera un nuevo planeta en el que pudiera vivir.
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