sábado, 23 de mayo de 2020

EL FIN



CUANDO se acabó el fin del mundo ellos se mantuvieron juntos en el castillo de las montañas. Juntos aprendieron nuevas cosas y sonrieron ante todo lo que les quedaba, todo el amor y la amistad y la esperanza. Se entrenaban juntos a sabiendas de que los dragones vendrían por ellos en algún momento, a sabiendas que lo que tendrían no sería para siempre. Sin embargo, se prepararon lo mejor que pudieron, mientras afuera la oscuridad era cada vez más densa y engendraba criaturas cada vez más feroces, criaturas para las que ni siquiera tenían nombres. 

Por supuesto, tenía que haber un momento para la despedida, tenía que haber un momento para que fueran a conquistar de nuevo la Tierra, mientras los más pequeños se quedaban y seguían su entrenamiento, su preparación. Así que el más viejo de ellos vio partir a sus amigos y a su amada y se quedó con los más pequeños, allá en el castillo de las montañas. Les dio su bendición, mientras secretamente esperaba que ninguno de ellos cayera enfrentando a los dragones, a sabiendas de que su esperanza era vana. 

Ellos se alejaron, entonces, en la madrugada del tercer día, con las sonrisas encendiéndoles los rostros y cuando fueron un punto indistinguible a lo lejos, el más viejo, el que había decidido quedarse, reunió un grupo de chicos, les invitó a tomar las espadas diciéndoles lo primero que le habían dicho hace mucho tiempo: Recuerden tener la punta lo más cerca posible de su adversario.

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