sábado, 5 de octubre de 2019

METEORITO



Lo predijo la NASA  con exactitud matemática y cuántica. Estábamos condenados. El meteorito caería exactamente a las tres de la tarde, el día de cumpleaños de Juana, la hora precisa en la que Juana había nacido. Como hecho curioso hay que señalar, que en lugar de la serie de números y letras con la que se conocen a los meteoritos, a este le habían puesto Juana. Juana, la persona, no el meteorito, por supuesto, no se inmutó. Fue meticulosa La niña perfecta, la niña de papi, el centro de su grupo de niñas populares, decidió que aquel día era suyo y de nadie más. Así que se escapó de su cortejo de aduladores, se bebió en media hora una botella de whisky acompañada de un cigarrillo de su hermano; encontró la dirección de su profesor de biología, se metió en su casa y le robó un beso antes que él siquiera supiera qué estaba pasando; luego liberó unos cachorros atrapados en una tienda de mascotas. Aún no eran las diez de la mañana y ya el meteorito se dejaba ver a simple vista en el cielo azul. De no ser así, yo estaría envolviendo el regalo de Juana, y estaría preparándome para decirle todo lo que sentía por ella. En cambio sólo le hice de chofer para que ella hiciera todo lo que quería hacer. A las 2:58 de la tarde, le pregunté si quería ser mi novia. A las 2:58 con 3 segundos me había dicho que sí. A las 2:58 con 20 segundos nos estábamos besando; el primer beso de mi vida, el último de la vida de Juana.  A las 3: 01 el meteorito había pasado de largo, se había arrepentido a último minuto dejando atrás un mundo en caos, pero con la mano de Juana entrelazada con la mía.

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