domingo, 5 de diciembre de 2021

LA ÚLTIMA VII

 



LA ÚLTIMA

VII

 

 

     Luego ingresó a tierras de nadie. Tierras donde ni dios ni ley intentaban meterse hacía más de tres décadas por lo que decían las historias. Narya ingreso así en los bosques y montañas que separan Kalí de Madein y Taz- Nel. Sitios donde solo habitaban unos cuantos santos o desesperados. Marginados que se habían olvidado incluso de sí mismos. Ahí, fue donde tuvo lugar el encuentro.

     Se ha dicho siempre que en los Bosques del Sur cualquier cosa puede suceder. Lo que nunca se había dicho es que los gifty lo habitaran. En apariencia los gifty, dado su tamaño y constitución han preferido siempre las ciudades abandonadas y las montañas a las zonas boscosas. Una mañana cualquiera, mientras Narya y su hijo buscaban algo de fruta y de caza menor, sintieron primero que lago los observaba y, luego, que algo les seguía, al menos hasta llegar a un claro. De repente se vieron rodeados por al menos tres gifty, aunque el mito mencione una bandada. No eran gifty cualquiera, en todo caso, tenían una especie de cuello de plumón blanco que les daba un aire aristocrático extraño. Pronto les rodearon, pero Narya no percibió amenaza de ellos, sino fascinación. Los gifty tenían los ojos clavados en su hijo. No perdían movimiento de él, atisbaban el mínimo temblor de sus párpados. Pronto estuvieron inclinados ante él, y de sus gargantas salió una suerte de canto. Narya solo recuerda algo como Nac tere mene araiom mene cat. Seguramente los sonidos fueron otros, pero creyó entender lo básico de esas palabras cuando ante una de ellas su hijo se irguió y les miró una a una, y fue entonces cuando cualquier actitud de niño salvaje que había tenido hasta entonces le abandonó y miró con fijeza a los gifty y les dijo Araiom mene na, Araiom Eyanael gadme, lo que tradujo para su madre como Gracias por el despertar, Araiom viene a hacer frente a Eyanael.

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