lunes, 10 de noviembre de 2008

ATÓN, EL ACAECER DEL CREPÚSCULO. CRÓNICA GANADORA DEL PRIMER LUGAR EN EL CONCURSO DE CRÓNICA Y REPORTAJE AUSPICIADO POR LA EDITORIAL MAISTOCK. PUBLICA

Salió a caminar con la siempre vana esperanza de que su dolor de cabeza se disipara. Atón sufría desde pequeño de unas cefaleas que llegaban a postrarlo en cama durante días enteros. Mientras vivió en el Hogar Internado de la Compañía de Jesús, se le inculcó que el ejercicio físico podía ayudarle a controlar su padecimiento, así que siempre que sentía que sobrevenía uno de sus dolores de cabeza salía a caminar.
Deambulaba sin ningún pensamiento fijo en la cabeza esquivando la luz que hería sus ojos y le atormentaba. Dio vueltas y revueltas sin rumbo fijo, intentando olvidar el hecho que las provisiones hurtadas del internado se le estaban agotando y que en pocos días tendría que recurrir al robo para lograr sobrevivir.
Pensando o quizás intentando no pensar llegó a un parque cercano donde se topó con unos 20 ó 25 integrantes de Los Hijos del Neón. Al percatarse de ello intentó retroceder pero ya era demasiado tarde. Así que hundió con ahínco las manos en los bolsillos e intentó seguir su camino pasando desapercibido entre la multitud. Miraba con estupefacción como el grupo de integrantes de la pandilla se reían mientras se pasaban entre ellos botellas de maistock y cigarrillos.
Pronto dejó de escuchar las risas al ser reemplazadas por los murmullos burlones de “Muñeco, hey muñeco”. Pronto no pudo dar un paso más. Se encontró de frente con un pecho que le cerraba el paso. Intentó retroceder tan sólo para encontrarse con un par de manos que lo empujaron hacia delante mientras escuchaba como el coro comenzaba a aumentar su volumen y su velocidad hasta convertirse en una salmodia infernal. “Muñeco, habrá muñeco esta noche. Los dejó hacer adelantando sus manos ya no tanto para defenderse como para evitar una caída fácil, un golpe no buscado. Estaba acostumbrado al juego desde sus primeros días en el internado. Allá le había costado poco, un par de dedos rotos, a lo más una pierna. Sabía que en este juego se le iba la vida. Más por costumbre que por deseo empujo el cuerpo más próximo a él. Su acción le valió un “ohhhhh” de reconocimiento y la vinculación de más participantes al juego.
Sintió un puntapié en su trasero, un puñetazo suave, casi una caricia, en la boca del estomago. Una mujer aruñó una de sus mejillas. Alguien escupió su rostro. El dolor de cabeza se incrementaba en notas punzantes. Lanzó un puñetazo hacia el rostro equivocado más cercano a él, el rostro de Skin. La multitud enmudeció.
Escuchó una voz ronca que susurraba por lo bajo, “habrá muñeco está noche”. No se dejó amilanar. No se percató que era un muchacho de quince años en frente de un coloso psicópata. Sintió, más que ver, una hoja de pedernal alzarse a escasos centímetros de su rostro. Mierda, pensó. No tenía ninguna esperanza en el círculo de muerte que se había formado en torno a él y el que esperaban fuera su asesino.
Skin, siniestro, comenzó a jugar con su presa. Amagó una puñalada al estomago. Atón la esquivo con facilidad para encontrarse con un puño de roca que le rompió los labios y un diente. Sin saber cómo sacó ánimos para sonreír. Contraatacó con una patada a la entrepierna de su adversario. Skin adivinó, el golpe y lo lanzó al suelo.
Atón se sintió extrañamente cansado. No alcanzó a levantarse cuando una patada contra su costado le robó el poco aire que tenía. Rodó sobre si mismo para alejarse del líder de Los Hijos del Neón. Escuchó risas y abucheos. Se levantó y se lanzó contra los pies de Skin lanzándolo de espaldas al suelo. Este se lo quito de encima de un golpe. Ahora ambos sonreían.
Giraron en círculos estudiándose entre tanto. Skin lanzó una puñalada que le atravesó el hombro derecho. Atón cayó de rodillas y lanzó un puñetazo contra la nariz de Skin tomándolo de sorpresa, arrancándole un grito de dolor. No perdió el tiempo lanzó una nueva patada al cráneo de Skin derrumbándolo. El dolor del puñal clavado en su hombro acalló su temprana cefalea. Su vista se aclaró. Sin ninguna piedad, convirtiéndose de repente en un animal instintivo se arrancó el puñal de su cuerpo y se lanzó con él hacia el estomago de Skin que se erguía furioso. Este detuvo una vez más el ataque del muchacho intentando desarmarlo. No tuvo éxito. Sintió los dientes acerados de Atón perforarle la muñeca.
De repente se encontró en una situación descontrolada. El muchacho se debatía con una furia desesperada. Al fin el puñal cayó al suelo pero cuando fue a recogerlo se encontró con una bota que se estrelló contra su rostro y lo sumió en la oscuridad. El combate había terminado.
Atón cayó de rodillas ante el cuerpo inmóvil de su enemigo. Escupió una flema sanguinolenta contra el césped y aulló hacia el cielo. Su dolor de cabeza era un lejano recuerdo.
Nadie se acercó a él. Nadie lo felicitó por su victoria. En el círculo de rostros que lo rodeaba sólo atisbó perplejidad y un asomó de temor supersticioso.
De repente se sintió casi alegre. Tomó en puñal de su enemigo y se irguió de nuevo sin saber muy bien que se esperaba de él.
Pronto el mismo Skin se lo enseñaría.

1 comentarios:

Marta Rengifo dijo...

No te metas con alguien que sufre de migraña