martes, 2 de diciembre de 2008

Horror

Sostengo a Samuel contra mi pecho. Lo sostengo con una firmeza de la que no me siento capaz ante lo que veo. Lo sostengo para que no vea mis lágrimas. Lo sostengo hasta que Isabel me lo arranca de las manos cuando el niño deja escapar un grito de dolor. Esta vez Isabel no me reclama, no me pide explicaciones. Ella tampoco puede escapar al horror.
La imagen que me niego a reproducir apareció el primer de Diciembre en la página web del Kosmos de Kalí. El vínculo me ha llegado por intermedio de uno de los lectores de este blog y reproduce todo el infierno del que es capaz esta ciudad corrupta.
Todos hemos sabido de los Gifty. De alguna manera todos nos hemos acostumbrado a sus vuelos peregrinos sobre Kalí. Para nadie es un secreto que se trata de un misterio, que estas criaturas aladas simplemente aparecieron de la nada hace unos pocos meses. Aunque también es cierto que al principio varias organizaciones intentaron atrapar uno sin éxito, la verdad es que nadie puso mucho entusiasmo en ello. Hasta ahora.
El primero de Diciembre el padre de La Ermita al disponer de la iglesia para la entrada de su congregación se encontró, clavado sobre las firmes puertas de madera, un Gifty.
Los antebrazos, al igual que las piernas y las alas estaban taladrados por sendas astillas de pedernal.
No necesito una firma ni una carta para saber quien fue el autor de tal miseria. Él mismo que alguna vez le declaró la guerra a todo lo vivo, el gusano mezquino y miserable que se hace llamar Skin. Sé, en lo profundo de mí, que no sé puede tratar de nadie más.
Encerrado en las paredes de mi estudio maldigo a las autoridades, a la sociedad y a mi mismo por haber estado confiado ante el silencio de “Los Hijos del Neón”, por nuestra impotencia para detener esta estupidez, por nuestra ceguera ante la locura que nos allana todos los días y a la que no hemos sabido decir alto.

1 comentarios:

Marta Rengifo dijo...

horroroso. Te voy a contar uno de mis lemas secretos porque este artículo lo merece: Una palabra vale más que mil imágenes.