jueves, 5 de febrero de 2009

A un viejo lector II

Es curioso que una carta en la que pretendía aclararle algunos conceptos sobre la complejidad de la literatura fantástica, se haya leído como una justificación, no como lo que era, una apología, una defensa de mi arte. Así que vamos por partes como le dijo el asesino s erial a su víctima.
Para nadie es un secreto que la literatura fantástica ha sido denigrada durante mucho tiempo por los lectores del “canon” clásico, quienes la acusan de escapista cuando no de “simple” literatura juvenil Y/o infantil.
Grandes obras literarias han sido relegadas entonces porque sus primeros lectores no han sido ceñudos hombres lóbregos sino alegres y despreocupados mozalbetes. Hablo de libros como “La Historia Interminable”, “Las Montañas de la Locura”, “Jurassic Park”, “Los devoradores de sueños”, “Conán el Cimerio” o “Los Cuentos de Terramar”, entre otros tantos. Libros que jamás son recomendados en esas listas esnobistas de “1001 y un libros que leer antes de morirse” por la simple razón de ser fantásticos.
Hace poco menos de diez años, uno de las reglas de un concurso de cuento y de novela ampliamente reconoció en Kalí, tenía la desfachatez de poner como una de sus reglas que la historia participante debería reflejar la realidad actual.
Por supuesto, hay razones por las cuales una historia de fantasía es rechazada de alguna manera. En primer lugar la lectura de una obra fantástica exige más de aquello que Tolkien denomina, “voluntaria suspensión de la credulidad”, exige más a nivel cognitivo como emocional. Es más fácil entrar en ese estado ante un libro de asesinatos (como los que vemos todos los días) que ante un libro de ciencia ficción. En segundo lugar las estructuras de los relatos difieren. No se puede juzgar con las mismas reglas al “Ana Karenina” que a “El Señor de los Anillos”. No tienen las mismas estructuras, no usan las mismas palabras, no buscan los mismos efectos. El primero habla de la cotidianidad y del lugar del hombre en su microcosmos. El segundo alude al lugar que el ser humano tiene ante el macrocosmos.
Para entender esto último tendremos que retrotraernos en el tiempo y reconocer que la fantasía y la ciencia ficción son descendientes directos del “mito” como estructura simbólica narrativa. No de la religión, sino de la mitología. Y el ser humano actual, en verdad a partir de Aristoteles, prefiere calificar a la mitología de mentira para no reconocer la verdad de sus símbolos.
Retomando a Tolkien “Él único que podría estar en contra de la evasión es el carcelero” (me perdonaran los puristas, cito de memoria). La fantasía sin embargo jamás da la espalda a la realidad, se moldea a partir de ella utilizando figuras como el simbolismo, la alegoría y la desfiguración, pero quien acude a ella podrá encontrar que no habla de la realidad de un momento sino de La Realidad, aquella que es común a todos los seres humanos confusos y estúpidos a través de todos los tiempos y todas las épocas.

1 comentarios:

Marta Rengifo dijo...

Buen artículo. El final del último párrafo fue para mí incomprensible. Es mejor no usar la palabra "estúpido" es muy fuerte,más que una mentada de madre.