miércoles, 7 de octubre de 2009

Barbarie y Civilización: “Martín Fierro” como instrumento de promoción de lectura.

En la carta dirigida a D. José Zoilo Miguens, Miguel Hernández presenta su “Martín Fierro” como un intento de
“dibujar á grandes rasgos, aunque fielmente sus costumbres (las del gaucho), sus trabajos, sus hábitos de vida, su índole, sus vicios y sus virtudes; ese conjunto que constituye el cuadro de su fisonomía moral y los accidentes de su vida llena de peligros, de inquietudes, de inseguridad, de aventuras y de agitaciones constantes.[1]
Si a esto nos atenemos entramos al “Martín Fierro” como quien entra a una exposición fotográfica realizada por un antropólogo, con la intención de observar una especie nativa pero lejana, una suerte de animal con exóticas costumbres; sin embargo esto no sería hacerle justicia a la obra de Hernández. Quienes siguen el recorrido de Fierro se encuentran con la vida agitada de un hombre que sólo deseaba terminar su vida en la pampa, lejos de trifulcas y luchas ajenas, un hombre rustico que es arrastrado de manera inmisericorde por la mejor tradición de las instituciones civilizadoras. Es decir, la consideración del otro, del que es diferente, del que posee otros saberes que no corresponde con los civilizadamente aceptados, como bárbaro[2].
“Martin Fierro” es el descubrimiento, desde lo poético, del valor del gaucho como individuo oprimido y constantemente acosado hasta los límites y finalmente expulsado de su hogar y de lo que para él constituye toda su existencia; es el reconocimiento del alma del bárbaro. La última imagen de la obra, en donde Fierro y Cruz van dejando atrás los límites de la pampa, su hogar, y a Martín se le escapa una lágrima (a él, que ha visto de manera pragmática el abandono de la amada y la imposibilidad de recuperar a sus hijos) es un colofón patético y conmovedor como pocos.
Sin embargo la intención que Hernández tiene con “Martín Fierro” contrasta fuertemente con “La Vuelta de Martín Fierro”, donde vemos a un Hernández civilizador, que justifica esta segunda parte de Fierro en virtud de sus intenciones pedagógicas:
“Un libro destinado á despertar la inteligencia y el amor a la lectura de una población casi primitiva, á servir de provechoso recreo, después de las fatigosas tareas, á millares de personas que jamás han leído…”[3]
En este caso se pretexta el uso de “La Vuelta de Martín Fierro” como objeto de promoción de lectura ante quienes no se han acercado a un libro: inveterada costumbre ante el bárbaro recién descubierto, asimilarlo a la civilización bien sea por la fuerza, la religión o la educación; o de las tres formas a la vez.
En su oficio pedagógico Hernández asume la forma de una práctica letrada vernácula con las intenciones propias de quien busca que los barbaros, los ignaros, los incultos, los otros, se acerquen a las prácticas letradas dominantes del statu quo. Así lo que comienza siendo un homenaje, un reconocimiento de la otredad, se convierte en un cebo para la civilización.

[1] José Hernández. Martín Fierro. Ediciones Universales-Bogotá. Sin fecha de impresión. Pp 5-6.
[2] El problema de lo bárbaro y lo civilizado es propio además de todo choque de culturas diversas en el que se reconoce como civilizado al vencedor y bárbaro a los vencidos. Una revisita a este tema se puede ver en la cinta “Distrito 9”
[3] José Hernández. La Vuelta de Martín Fierro en Martín Fierro. Ediciones Universales-Bogotá. Sin fecha de impresión. Pg. 80.

1 comentarios:

Marta Rengifo dijo...

Lo mismo que el otro artículo, muy interesante pero en el blog equivocado