sábado, 8 de enero de 2022

AXZNEL I

 


AXZNEL

Volvía a Taz-Nel después de muchos años cuando fue avistada por cazadores. Eran cazadores jóvenes, inexpertos, casi niños, que no conocían los ritos ni los protocolos; que no conocían las reglas ni el valor de las fronteras. Lo único que tenían era la sed de sangre; de resto, eran casi unos salvajes. Sin embargo, ella era inocente. Siempre había sido inocente la pequeña Sal. Así que ocurrió lo del cuento, ¡lo recuerdas? Aquel de una niña con una caperuza roja que cruza por el bosque y es devorada por un lobo. Sal era la niña, los lobos los cazadores. No hubo leñador, por supuesto, porque aquí están las diferencias: Sal iba a ser madre y la choza de la abuela había sido derruida por los bombardeos del 73, de manera tal que solo quedaba en pie una esquina sin ningún techo. Ahí fue acorralada Sal, cuando no le quedaban fuerzas para volar, correr o arrastrarse, sabes lo indefensas que son las gifty cuando van a dar a luz.

La primera cuchillada la cogió de sorpresa, como si de repente se diera cuenta que en realidad no era un juego; la segunda le trajo la desesperación, nadie sabía de su pequeño hijo, ni siquiera había suido presentado a Narya en la noche azul; la tercera solo supo a desesperación y una melancolía infinita; la cuarta no la sintió, ni la quinta ni la sexta ni la décimo octava. Los chicos mutilaron sus alas y la dejaron tirada cuando se acercaba la hora bruja y algunas gotas comenzaron a caer.

Eran jóvenes. No conocían los ritos ni los protocolos ni sabían nada de los ciclos de vida. No notaron la suavidad de las plumas de Sal, ni la brillantez del color de sus plumas, así que no se percataron tampoco de la vida que había en ella. No notaron que poco después que el aliento había abandonado a Sal, aún había movimientos en su bajo vientre. Se hubiera necesitado mucha experiencia para darse cuenta de ello.

La criatura, blanca, tierna, con unos pocos plumones alrededor de su rostro y talones, lloró ante la vida y su melancolía. Cualquiera hubiese pensado que estaba resignado a brillar por pocas horas y luego extinguirse. Imagina por un momento la escena: una pared sobre la que se asentaba el cuerpo de una gifty debajo de la cual se arrastraba una criatura condenada, como cientos, como miles alrededor de la faz de la tierra, y sobre ellos, limpiando todo, la lluvia.

Era negra la noche. Sin luna. Dicen que Nut siempre había querido un hijo.                  

 

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