domingo, 15 de junio de 2008

UCRANIA DESPUÉS

Ucrania es un país en constante progreso sobre todo por la preparación que se tiene desde ya para la eurocopa de 2012. No sé porque la gente insiste en que el clima es templado, ni siquiera ante el embalse de Kiev pude sentir algo de ese clima. Hay un frío que se te clava hasta en los huesos y al ver que tiritan el viejo desdentado o sobredentado más cercano te mira con una absurda comprensión en sus ojos grandes y húmedos y te sonríen. Entonces aparece el Vodka, nada de esos sucedáneos conocidos como Absolut o Smirnoff. No, Vodka Ucraniano, un aguardiente que te corroe por dentro causándote una ulcera de inmediato, y si tienes hígado débil incluso una cirrosis y, ya que vamos a eso, una pancreatitis.
Las mujeres eslavas son incomprensibles, tetonas, bajas e inevitablemente rubias, casi no tienen culo pero el poco que tiene lo mueven con una lascivia que promete experiencias de placer no experimentadas por alguien que no sea ucraniano.
El problema del exceso de Vodka es la escasez de dinero y una absurda sensación de no saber donde comienza tu pene y donde retumba tu cráneo, además del perenne recuerdo de la mujer que te ha abandonado.
Las calles de Kiev son un paraíso de orden transitado por coches ridículamente pequeños que parecen no llegar más allá de las 90 millas por hora.
Lo único con que tuve contacto fue con mi editor, una selección de cuentos escritos por niños al Norte de Kalí y el Criptonomicón de Neal Stephenson, además de algunas noticias contadas por mi editor (que se pudran sus buenas intenciones aunque me encanta saber que mi libro sobre Taz-Nel ha comenzado a venderse como pan caliente en las librerías de Crimen y Volinia).
Los cuentos me pudrieron el alma y me llevaron de nuevo a un baño de Vodka ucraniano. Eran cuentos escritos por niños entre los 8 y los 15 años, pertenecientes a una escuela, o grupos de escuelas cercanas, quienes estaban realizando un concurso de cuento. Si bien lo normal es encontrarse con historias patéticas, miserables y, por lo general, muy mal escritas, en esta ocasión me encontré con que las muertes violentas se han convertido en un pan de cada día al punto que el desmembramiento por motosierras es mencionado de manera casual en más de una historia y comúnmente como una anécdota que refuerza lo cotidiano del cuento. Lo irónico además es que este tipo de relatos constituyeron el 90% de los cuentos que leí. Es curioso también que esos balbuceos de cuentos te puedan romper de tal manera el alma.
De otro lado atormentado por el Jet-Lag he tenido que recurrir a leer los periódicos atrasados para enterarme entre otras cosas que el acto del Dr. Rengifo se ha pospuesto una semana por medidas de seguridad que se aplicarán en la exhibición. Se ha determinado que el nuevo líder de los Hijos del Neón se llama Atón y, al parecer, proviene de una escuela Jesuita exclusiva para niños expósitos. Bajo el liderazgo de Atón, la tribu urbana parece estar un poco más sosegada.
El libro de Neal Stephenson ha resultado ser sorprendentemente de buena calidad, un excelente tecno-triller que funde dos épocas y dos situaciones en aparente discontinuo para luego fundirlas con maestría.
Algo que me sorprendió a mi regreso fue encontrar evidencias del paso de Isabel por la casa. Las plantas regadas, el lecho tendido, la loza limpia, unos cuantos libros apilados y, lo más sorprendente, un cerro de libros, artículos y enlaces electrónicos sobre el escritorio con una nota manuscrita: “Creo que te interesarán”. Nada más verlos sentí que el mundo se me iba al suelo y desee como nunca un par de botellas de vodka ucraniano, maistock, o dado el caso, veneno para ratas.

1 comentarios:

Marta Rengifo dijo...

Después de dos leídas, un sólo error de digitación.
Me encantó el artículo: la descripción de Ucrania, el vodka, el comentario del libro, las historias de los niños.
Fue bueno leerte otra vez.