CANTO II:
La presa
Ilustración: Stephanie Mun Law
Se
llamaba Keyza, estaba sola y lo había perdido todo. Durante los últimos meses
creía haber encontrado un refugio, sino un hogar, y ahora lo había perdido
todo. Su raza no era especialmente afecta a contar el tiempo, así que si
alguien le hubiera preguntado desde hacía cuanto huía habría respondido, desde
siempre. Desde antes de su nacimiento habría sido perseguida, violada,
esclavizada, solo por el hecho de ser lo que era. Había aprendido que la mejor manera
de evitar cualquier dolor era no apegarse y estar sola. El viento acariciaba
sus alas y se llevaba sus lágrimas. Se había desengañado una vez más, había
guardado esperanzas, y ahora, con todo lo demás, como todo lo demás, las había
perdido.
Había sido una tonta, por supuesto, había
pensado que su perseguidor se había dado por vencido. Así que al pasar de los
días y luego las semanas, llegó a pensar que al fin lo había perdido, que al
fin podría tener un hogar, detenerse, descansar. Luego, después de los días y
las semanas en paz escuchó la motocicleta, sintió su presencia invadir la paz
de su hogar y entonces escapó. Quebró el
domo de cristal sobre ella y buscó perderse en la noche, dejar su aroma en el
aire, su frustración en el pasado, para lograr una sola cosa, sobrevivir.
Aterrizó
en la mitad de una carretera desolada. Caminó descalza, aterida de frío hasta
que encontró una manta raída que se puso encima cubriendo sus alas. Entonces se
arriesgó a hacer autostop en la madrugada, y así, en un camión ruinoso ingresó a Kalí.
Kalí era la ciudad, una tierra de nadie
distribuida en diversas Zonas de violencia que alguna vez fueron enseñoreadas
por los Hijos del Neón, y ahora no eran más que distritos dispersos donde solo
bandas nómadas trasegaban. Hacía mucho tiempo había dejado de ser una ciudad de
cuidado para convertirse en un fantasma de sí misma. En aquellos tiempos, a sus
propios ojos Kalí era una sombra. Y así, con sus propios pies, Keyza ingresó en
la oscuridad.
Con el abrigo cubriendo sus alas y su
cuerpo podía pasar por uno de ellos. Al menos, claro, mientras tuviera cuidado
y guardara las distancias. Por el momento se conformaría con un poco de calor.
Con ello en mente se dirigió hacia un local de música estridente y mucho humo,
un lugar donde camuflarse, descansar por un momento, planear su siguiente
movimiento. Al menos claro, si el hombre en la barra no la estuviera
convirtiendo en su próximo blanco.
0 comentarios:
Publicar un comentario