sábado, 15 de junio de 2019

EL FIN DEL COLEGIO



Cuando el colegio explotó todos lo celebramos. Era el fin de la opresión, el fin de todos nuestros miedos. Ya no habrían más profesores que nos dijeran qué hacer, ni nuestros padres tendrían donde abandonarnos mientras ellos trabajaban. Para mí significaba no tener que volver a encontrarme con las malditas que se burlaban de mi por todo y que me perseguían hasta el baño para reírse de mis uñas, mi cabello, mi nariz o la altura de mi falda. Para Juan significó que no lo jodieran más, que lo dejaran hacer nada en paz. Luego nos dimos cuenta de qué había pasado. Luego comenzaron a sonar las alarmas de bombardeos.

Para Juan significó tomar las armas. Le tocó llevar su propia espada y decirle adiós a los suyos desde la ventana trasera de un viejo autobús, irónicamente, escolar. Para mí no significó mucho más, la verdad, porque las malditas nunca abandonaron la idea de perseguirme, no descansaron hasta dejarme tirada en una zanja: sin uñas, sin cabello, sin falda.

2 comentarios:

Marta Rengifo dijo...

Hola
Leí los últimos seis. Me gustó solo este. aunque creí que todos eran de tus alumnos.

Diego Fernando Marín dijo...

Lo más díficil fue cambiar de registro. Ah, y no alargarme.