sábado, 30 de enero de 2021

NÉMESIS IV

 


-NÉMESIS IV-

     Con el tiempo había llegado a comprender que era invulnerable, pues que la realidad y él eran de sustancias diferentes, si así podía decirse. El caso es que a medida que iba subiendo la escarpada pared que constituía la primera defensa del castillo abandonado en medio del risco, sentía la hostilidad de la roca. Al principio era solo una molestia en alguna parte de su cabeza, una ligera sensación de mareo y nauseas que atribuyó a su reciente estado de convalecencia. Mas a medida que avanzaba comenzó a sentir arena que se le metía directamente a los ojos y astillas que se le clavaban en la piel. La montaña lo rechazaba, buscando la manera de hacerle daño, de una manera literal antes que metafórica. La montaña cambiaba y se defendía ante él. En algunos momentos, incluso lo que era un saliente se tornaba en roca lisa frente a sus ojos.

     ¿Era posible, se preguntó mientras seguía el ascenso, otro como él?

     Después de jornadas enteras llegó ante la puerta del castillo, esculpido en la misma piedra viva de la montaña. No construido sobre ella, sino excavado y esculpido en ella. Castillo y montaña eran lo mismo. No por primera vez se preguntó qué clase de criatura habitaría ahí.

     No había puerta, por supuesto, solo negras fauces que conducían hacia una garganta descomunal. Sin embargo, le sorprendió encontrarse con salas y pasillos dispuestos para ser habitados. En alguna mesa llegó a encontrar comida recién servida y abandonada. En algún pasillo encontró el rastro de un olor a rosas o azahar; en una habitación había cierta calidez que no era atribuible al viento o a la noche.

     No era la cueva de una bestia o un tirano; era el hogar de un señor. Eso no se lo esperaba.

0 comentarios: