sábado, 26 de febrero de 2022

AXZNEL VIII

 


AXZNEL VIII

     El Tarmadón me llegó en una caja con otros libros. De hecho, mientras los otros estaban de canto, este venía sobrepuesto a los demás. Se trataba de un pequeño volumen en cuero que no destacaba entre los grimorios y bestiarios que se empezaban a acumular. De hecho, se quedó por algún tiempo olvidado mientras yo estaba embelesado con el Vermiss Mysteriis, hasta que en algún momento el café hizo de las suyas y me vi obligado a tirar de un manotazo todo lo que estaba sobra la mesa. El Tarmadón voló junto a cuchillas, mapas, intentos de pentagramas, y por un momento, al abrirse, hubo un destello, una fuerte de fogonazo, que iluminó como un relámpago la habitación y me lanzó de culo al suelo.

     No sé cómo tal reserva de poder se había escapado de mi radar. No es que quiera decir que yo supiera muy bien lo que hacía, sino que el libro producía un efecto similar al de esas esferas de plasma sobre las que aplicas tu mano y te hace erizar todo el cuerpo. Al abrirlo, sin embargo, se producía una sensación de desencanto, parecía tan atractivo como una enciclopedia. No había diagramas ni letras capitulares; incluso era difícil en algunas partes seguir la lectura porque las palabras estaban juntas. Recuerdo haber leído algo sobre Tzad-Alt-Buld y Armún, y luego tuve que atender una llamada y al regresar y abrir de nuevo el libro encontré que estaba en otro idioma y los caracteres estaban trazados en una tinta rojiza y oxidada que recordaba por momentos el orín del fierro y, por otro, la sangre. En algunas ocasiones pude sentirlo palpitar, en tanto puedo jurar que alguna vez escuché una voz salir de sus páginas. Con todo, no podía soltarlo; no lograba hilar dos ideas juntas, pero no podía soltarlo.

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