domingo, 27 de febrero de 2022

LA VELA

 

LA VELA

     Heredada de quién sabe que tía o abuela, la vela rosa siempre estuvo ahí.

     No era un objeto especialmente interesante, pero sobrevivió a la embestida de sus hermanos, a la caída de los jarrones y al golpeteo constante de los balones. Cuando murieron sus padres y la casa al fin fue vendida, por obra y gracia de quién sabe qué espíritu, junto a muebles, una replica de una espada de la guerra civil y algunas prendas de cama, la vela fue a ocupar un lugar en la mesa de centro.

     Fue la primera de muchas porque su presencia fue interpretada como una señal precisa. Ya sabemos que le gusta a Julia; ya sabemos qué podemos regalarle de Navidad, cumpleaños, matrimonio, aniversario.

     Nunca se encendió, por supuesto. Todas las demás fueron utilizadas en cenas románticas o en el día de las velitas o para enfrentar un apagón. Y así fueron pasando los años y la vida hasta el momento en que llegó a su fin. Así, mientras estaba en cama, rodeada de sus amados, exhalando su último suspiro, la vela se encendió a la vista de nadie, refulgió con un misterioso resplandor, hasta que uno de sus nietos pasó por ahí y la apagó.

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