viernes, 23 de enero de 2009

De la didáctica y la literatura

Hace algún tiempo la editorial “X” me encargó una colección de relatos en los que he decidido incluir una reescritura del mito grecorromano de Orfeo. Ha sido una de los trabajos más terribles de todo el libro porque me costó mucho encontrar el lenguaje y el ritmo para contarlo (de hecho a esta altura apenas voy en el encuentro con el barquero) pero lo importante es que el cuento avanza (curiosamente avanza cuando me percato que ya había escrito una revisión de Orfeo en un relato llamado “Joe” y publicado ya en “Historias de los nombres, los hombres y las mujeres”)
Durante una de las primeras lecturas que le hice a Isabel había una parte que le molestó, una enumeración de ciudades que va algo así como: “De Antioquía a Cartago de Constantinopla a Egipto, de la Galia a Grecia”. Isabel cuestionaba ola necesidad de tantos lugares. La razón que di fue que tenía propósitos didácticos en ese momento, quería que los niños (a niños será dirigido el libro) pudieran ver una pincelada del Imperio Romano. Fue como clavarme un cuchillo por la espalda cuando una sonrisa de tiburón cruzó el rostro de Isabel.
He blasfemado de todos los escritores que tienen pretensiones didácticas en sus relatos, intenciones moralistas, educativas incluso sociales y culturales. Cuando tienen esos elementos como objetivos per se del relato y no cuando hacen parte natural del relato.
Me explico mejor. En la mediocre saga de “Crepúsculo” de Stephenie Meyer se ve el trasfondo sexual de toda la novela, lo que no hace Meyer (gracias a los nueves abismos de Zandrú, gracias a Eyanael) es realizar discursos pedagógicos miserables sobre la sexualidad y su correcta práctica en la juventud. El asunto de la sexualidad nace de la terrible diferencia de edades de los protagonistas edulcoradamente enamorados.
El problema con la didáctica en la literatura surge cuando los relatos, las historias, las novelas, deben ser políticamente correctos, se establecen como servidores del status quo, cuando olvidamos que la literatura es amoral por sí misma.
Ahora tendré que explicarle todo eso a Isabel que cada vez que me ve escribiendo exhibe su sonrisa de tiburón.

1 comentarios:

Marta Rengifo dijo...

Llevo una semana sin abrir tu blog y tu contador se ha movido. Así que no sólo lo leo yo.