jueves, 25 de septiembre de 2008

REENCUENTROS

Anoche muy tarde Isabel me ha convencido de que salgamos. Ya que aún no he desembalado mis libros inistí a mi vez en realizar una parada en una librería cercana.
La librería resultó ser una sala con unos pocos libros y estantes pero con una buena colección. Mientras yo miraba algunos libros de fantasía ella comenzó a apilar libros de cuentos infantiles. Nos sonreímos con complicidad.
Estaba hojeando un tomito de Silvia Valencia, "La Maleta", que al fin me lleve a casa, cuando fui abordado por un niño pidiéndome un autografo.
No me había percatado pero en la parte superior de la librería había un viejo cartel promocional de uno de mis libros de cuentos. Es la primera vez que me percato del paso del tiempo.
Entrando al restaurante encontré a N. O más bien N. me encontró a mí.
N. es un antiguo compañero de colegio, con los años nos encontramos ejerciendo en el mundo de las letras desde puntos de vista diferentes.
Anoche me habló y entre copas y chanzas terminó confesándome que no entendía mi último libro. Es que es rarísimo, me repetía una y otra vez mientras se mesaba los cabellos.
No he leído a N. En verdad sus libros no ejercen sobre mí la menor atención. Lo último que supe que escribió fue una novela sobre el secuestro del hijo del presidente. La novela fue un exito y ya va por su tercera reimpresión. No tengo nada contra lo que escribe N. Pero si me parece muys sospechoso que no pueda ingresar en un relato de fantasía porque le parece rarísimo. De hecho el problema no es sólo con mi libro, es con Borges, Cortázar, Díaz, Vasquéz hasta con Valencia. N. sólo se mesa sus cabellos y repite su negación como un mantra: "es que es rarísimo".
La fantasía, quise decirle, es la posibilidad de reelaborar los conceptos del mundo y del universo para hallar nuevos constructos y posibilidades; es una toma de distancia que hace que el mundo sea soportable. Al fin y al cabo en el fondo, cuando hablamos de fantasía, estamos hablando de fe.

Esta mañana Isabel me ha despertado moviendo mis labios con sus dedos, como hacen los niños pequeños para sonar como un carro viejo. No he podido hacer más que deternillarme de la risa y luego me he encontrado esa sonrisa en su mirada. Esa sonrisa que sólo puedo amar.
Creo que al fin estoy saliendo de esta temporada de oscuridad. Al fin estoy saliendo del bosque después de haber sido devorado por el lobo.

1 comentarios:

Marta Rengifo dijo...

No sé que decir... ¿bonito? ¿me gustó? ¿es bueno despertar, mirar, y darse cuenta que salió el sol?
No sigo porque me vuelvo cursi.