domingo, 15 de agosto de 2021

EL DESPERTAR XI

 

-EL DESPERTAR XI-

     En ese momento parecía que las páginas de El Tarmadón pudieran deshacerse en cualquier momento, se mostraban con una consistencia quebradiza, una fragilidad otorgada por una edad inconmensurable. En contraste, las palabras parecían acabadas de ser trazadas, como si la tinta aún estuviera acabando de secarse. Martínez supo también, con la irremediable sabiduría de un soñador, que solo él podía ver y sentirlo así; que nadie más vería eso; verían un libro, tal vez, incluso un libro viejo escrito en caracteres incomprensibles, pero ahora EL Tarmadón solo hablaba, solo se mostraba así para él.  

     Martínez leía una historia de alguien que decía haber visto a Eyanael. No es un monstruo -leía- es una sombra, es un soñador. Es lo que ves cuando te levantas y lo último que ves cuando te acuestas, pero también es lo que sueñas y quien te odia y a quien amas; los ojos que recorren estas líneas son Eyanael y estas mismas líneas son Eyanael. Él sueña, y ojalá nunca pueda ser despertado.

     La historia incorporaba y se deshacía de personajes que, en suma, eran Eyanael, cuyos ojos de vieja plata desvaída podían verlo y serlo todo. Todo está bien, terminaba la historia, al fin y al cabo, yo también soy Eyanael. Y tú también lo eres.

     Martínez se percató entonces del silencio absoluto que había en la estación, que en algún momento de su lectura se había vaciado.  Afuera era de noche, y en medio de esa noche se empezaron a escuchar el eco de unos pasos que se acercaban. Así se dio cuenta también que el índice de su mano derecha se había manchado de tinta.

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