domingo, 30 de marzo de 2008

AL REGRESO DE TAZ-NEL

Leí la Divina Comedia a los 21 años durante mis estudios de comunicación Social. En aquel entonces aún era un obtuso postadolescente interesado en la oscuridad del poema antes que en la totalidad de su belleza, por lo tanto me conforme con tan sólo con el Infierno y el Purgatorio. Recién cumplidos los treinta decidí visitar de nuevo el poema de Dante en una edición que reproducía los grabados de Doré, en esta ocasión gracias a la entrada a la adultez, que para mi significó la entrada a los 30 años, llegue hasta el cielo acompañado de Beatrice y contemplé por vez primera los ojos de Dios. Por supuesto fui bien juzgado y reenviado al infierno.
Esta ultima semana volvía a la comedia de Dante, sólo que no en palabras sino en carne y hueso. Eso representó mi visita a Taz-nel, un recorrido por el Infierno, el Purgatorio y el Cielo. (lugares a los que la iglesia actual les ha negado existencia física y que el nuevo inquisidor reconoce sin embargo como reales mientras se inventa nuevos pecados capitales que no incluyen la pederastia tan apetecida por los de su orden…)
Taz-Nel fue construida por completo en una piedra que alguna vez fue blanca…
Imaginad por momento una ciudad construida en tres grandes círculos concéntricos. Sobre la piedra blanca, bañada por la lluvia, el sol, el viento y el polvo, una vegetación macilenta que se está apoderando del lugar. Dentro de la ciudad se siente un olor acre y violento que se infiltra en los pulmones deteniéndose antes en la lengua, revolcando el estomago y excitando la bilis.
Lo primero que me sorprendió fue el parecido que le vi con el Gondor de las películas de Peter Jackson. Claro, a una escala más modesta.
El viaje tuvo que ser realizado en helicóptero a causa de la Selva que ha reclamado de nuevo su territorio. Aterrizamos en lo que parecía ser el parque principal. Sentí decepción porque íbamos en busca de una civilización que pervivía quizás, un melancólico reducto de científicos abandonados. Lo que nos recibió fue el silencio.
Alguna vez he escrito en este blog sobre la Dama de Madein. El rostro de la estatua ubicada en la fachada del edificio principal de la ciudadela era exactamente el mismo. La estatua misma parecía ser de la misma modelo, también acompañada por un par de las blancas. Bajo ella, en el pedestal que a sostenía, se leía Deus Omnia Cernit. Un dios
mira las cosas desde lo alto.
Durante los días subsiguientes acompañé al fotógrafo mientras tomaba notas de todo lo que veía. Los costosos equipos abandonados, los animales que se habían hecho un lugar entre las viviendas, los laboratorios y las oficinas, la humedad opresiva de la selva. Puedo jurar que una serpiente de doce metros nos siguió durante un buen kilómetro entre los ductos del antiguo aire acondicionado. Vi sus ojos malignos más de una vez entre las rejillas. Lo más mortificante de todo fueron los mosquitos y los cantos en la noche.
He dicho los cantos a falta de una palabra mejor para describir las melodías semiarticuladas que escuchábamos. En la última noche, espiado hasta el último centímetro cuadrado de las antiguas instalaciones, sin haber sido acosados por ningún grupo insurgente, sin haber sido atacado por un animal mayor a diez centímetros – Lo juro los zancudos son salvajes (técnicamente las zancudas, los zancudos se alimentan de la savia de la hierba) – decidí salir a fumarme un cigarrillo y vi algo cerca del helicóptero, lejos de la luz. Mi instinto me urgió a tirar el cigarrillo y acercarme a la figura sin dar cuenta a nadie y antes de poder ver algo con detenimiento la figura alzo vuelo y buscó el cielo no sin antes atravesar varios de los haces de luz que habíamos puesto por nuestra seguridad.
Conozco la mitología griega y la leyenda de las harpías y de las sirenas (los pájaros no los peces que resultaron posteriores), he leído cuanto bestiario ha caído sobre mi y he identificado incluso las terribles bestias aladas que pueblan los relatos de Conán y Tarzán pero nada de eso me había preparado para lo que vi. La gracia de su vuelo y lo colosal de esas alas, cuya fuerza al despegar casi me tiran al suelo; el color de la piel de un color aceitunado y la voz articulando algo que se oyó como gifty… un reclamo que aunque no puedo entender me taladró los oídos y la mente arrasándome los ojos en llanto sin saber porque.
Nadie más vio a la criatura. El fotógrafo me cree y dice que en próximas excursiones no se separará de mí ni cuando vaya a cagar. Yo sé lo que vi.
Por supuesto esta es una primera impresión. Todo lo que produzca (y creo que será un libro de gran formato) irá para la Maistock Corp.
Recibo ideas para el título. Quizás algo de Dante esté bien.

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