UNO DE
FANTASMAS
Se
retaron el uno al otro a entrar a la medianoche. Ninguno de los dos creía a
ciencia cierta, pero tampoco descreía del todo. Al fin y al cabo, se trataba de
una casa encantada.
La
reja de entrada chirrió cuando debía chirriar, y la luna llena pintó de
claroscuro su camino. No lo pudieron evitar y se agarraron fuertemente de las
manos mientras se dirigían a la entrada principal. El viento aullaba entre los
árboles.
-
¿Qué sucedió aquí? –, preguntó él.
-
Lo de siempre -, respondió ella -. No lo supieron
manejar. No soportaron lo que ellos mismos habían creado y terminaron por
morir. Hay quienes dicen que fue por su propia mano. Hay quienes dicen que se
mataron entre ellos. Hay quienes dicen que su propia creación les ayudó.
Él
entró de primero. Ella lo siguió pensando, no por primera vez, si era mejor
echarse para atrás. No pudo evitar arrimarse más a él cuando un viento frío
levantó su vestido. La luz dibujó por un momento la silueta de una mujer que
lloraba frente a ellos. No sintieron miedo, solo una extraña piedad.
Subieron
las escaleras que crujió donde debía crujir y se calló donde debía callar.
Afuera comenzó a llover.
-
Eran los últimos. Solo una madre y su hijo -, dijo
él. Y luego -, fue todo lo que quedó de ellos.
Desde
la ventana del segundo piso ambos pudieron ver alrededor. Un bosque raquítico y
la tierra yerma hasta la piedra misma era el paisaje monótono que los rodeaba.
La casa era la última que se había mantenido en pie en el planeta.
X504
le dio la mano a B612. No necesitó hacer nada más. Salieron de ahí sin mirar
atrás. Se prometieron nunca volver al planeta Tierra.
Andor Graut
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