martes, 5 de febrero de 2008

EL TARMADÓN


Poco antes de morir mi padre me entregó un libro desvencijado, sin tapas y que ponía en su primera página: El Tarmadón. Mi padre, poco aficionado en verdad a los libros, me contó que había heredado el libro de mi abuelo que lo halló en uno de las tantas batallas de la Guerra Civil. El libro al parecer estuvo forrado en piel pero mi abuelo lo descuaderno de tanto leerlo.
El Tarmadón parece ser una suerte de libro sagrado que habla de una entidad denominada Eyanael, quien confundido sueña los universos para salir de su confusión.
Hoy he decidido compartir aquí uno de los relatos que más me gusta. He modificado un poco la versión para hacerla menos críptica.


Poco después de haber creado los universos el Primigenio Solitario se sintió insatisfecho, así que tomó lo mejor de todo lo creado lo juntó con las aguas más puras de su corazón, las intocadas y dio lugar a Tzad-Alt-Buld, la Ciudad de los Sueños, la Ciudad que Sueña o La Ciudad Soñada. Una vez terminada esta ciudad sintió que todo lo anterior era pobre ante ella. Y agotado descansó.
Poco tiempo después se decidió a buscar entre todos los universos alguien que fuera digno de gobernar a Tzad-Alt-Buld. Rebuscó entre los grandes y los pequeños errantes, en las resplandecientes estrellas y los lugares oscuros, sin encontrar más que seres y criaturas que le daban gracias por todo lo creado.
Estaba al borde de abandonar su búsqueda cuando halló en el más insignificante de los lugares, en medio de gruesos manuscritos, pinturas desvaídas y extraños instrumentos a uno que había decidido no hincar su rodilla ante nadie. La criatura respondía al nombre de Armún.
Se dirigió entonces el Primigenio Solitario ante Armún y le dijo:
– Tú has sido encontrado digno entre todos; tú gobernaras la ciudad más poderosa de todo lo creado; tú serás el gobernante de Tzad-Alt-Buld.
Armún se volvió hacia el Primigenio Solitario (en verdad ante el origen de la voz) y simplemente le dijo:
– Señor, no he de hacer tu voluntad sino la mía, pues si hiciera lo que tu me pides no sería yo a quien tu has elegido.
Armún volvió entonces a su espalda y siguió haciendo los suyo.
El Primigenio Solitario le dejo hacer hasta que su primogénito, Arayom, fue lo suficientemente mayor.

0 comentarios: